12 de diciembre: Pudo más la fe que el frío y la lluvia

12 de diciembre: Pudo más la fe que el frío y la lluvia

Las vialidades se convirtieron en ríos humanos de fe, devoción y solidaridad. La Basílica de Guadalupe fue el punto de reunión para ellos, pero para llegar tuvieron que recorrer muchos kilómetros

Nada los detuvo. Ni el frío, ni la lluvia, ni las largas distancias que tuvieron que recorrer desde sus lugares de origen para llegar a su cita anual: a la Basílica de Guadalupe, para honrar a la morenita del Tepeyac.

De Puebla, Tlaxcala, de municipios del suroriente del Estado de México y de alcaldías del oriente de la Ciudad de México caminaron miles de peregrinos hacia su destino, ubicado en la Gustavo A. Madero.

Las vialidades se convirtieron en ríos humanos de fe, devoción y solidaridad. La Basílica de Guadalupe fue el punto de reunión para ellos, pero para llegar tuvieron que recorrer muchos kilómetros.

La caminata fue interminable, algunos apenas podían dar un paso sobre otro, pero el compromiso que tienen con la Virgen de Guadalupe los motivó a seguir adelante, a no desfallecer, a no claudicar.

Hasta la mañana de ayer, Omar Calderón llevaba más de dos días caminando. Salió desde el sábado de su casa, ubicada en el pueblo de San José la Reforma, en el estado de Tlaxcala, y por la tarde del lunes planeaba estar en el atrio de La Villa para cumplir su manda de cada año.

“La fe que tenemos y venir a dar gracias por otro año más de vida, de trabajo y de salud”, así resumió el motivo de su periplo guadalupano.

Antes de las 10:30 horas, Roberto, un joven de Valle de Chalco, en compañía de varios amigos ya llevaba más de cuatro horas caminando, primero por la autopista México-Puebla y luego por la calzada Ignacio Zaragoza.

“Nos tocó un poco de lluvia en el camino, pues. La fe es grande, vamos a agradecerle salud, lo esencial”, dijo mientras no detuvo su marcha, pues no hay tiempo que perder.

Agua, comida o fruta recibieron en su andar hasta el cerro del Tepeyac, pero también masajes gratuitos que les permitían fortalecer las rodillas, pies o caderas adoloridas por tantos kilómetros que recorrieron.

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