¿Nos estamos suicidando?
Muchas veces, al adentrarnos en nuestra rutina diaria, asumimos que todo seguirá igual. Cuando nos damos cuenta de que algo puede cambiar, es cuando reaccionamos en un segundo. Las camas de los hospitales han escuchado oraciones más profundas que los muros de las iglesias.
Los te quiero más honestos se han pronunciado en los aeropuertos y no en los altares, porque es el momento en el que nos hacemos conscientes de lo que podemos perder, cuando nos damos cuenta de su valor. Desgraciadamente es impresionante como hoy en día, aunque nos encontremos en un momento de crisis existencial, sigamos indiferentes, sin reaccionar.
Sabemos que el calentamiento global y la extinción de las especies es una crisis, pero efectivamente como Greta Thunberg dice, no lo estamos tratando como si fuera así. Actualmente, se extinguen hasta doscientas especies cada día.
Los suministros de agua subterráneos se agotan. Sin embargo, ¿qué hemos hecho? ¿Hemos reducido nuestro consumo de electricidad? ¿Hemos dejado de usar plástico? ¿De gastar agua y combustible? Actuar frente a esta crisis existencial es algo que debemos hacer con urgencia. Ya no debemos sólo separar la basura, sino llevar a cabo acciones mucho más trascendentales. Cambiar nuestra forma de vida.
Porque hemos llegado al punto en que, si no emprendemos acciones, en menos de treinta años la Tierra estará prácticamente destruida. Mucha gente dice que es muy difícil hacer un cambio en este aspecto, porque que una persona deje de usar popotes, no hará que las tortugas dejen de morir. Que alguien reduzca su consumo animal, no hará que la contaminación del aire y el uso de agua disminuyan. Por esto mismo, el problema ya no es que usemos popotes o cambiemos nuestra dieta.
El problema es el valor que le estamos dando a nuestra propia vida. Nuestras percepciones ante los conflictos cambian de acuerdo a nuestros valores. Los conflictos se presentan ante nosotros constantemente, pero dependiendo de nuestros valores, ejercen cierto nivel de poder en nosotros. Por ejemplo, si el teléfono tiene gran valor en nuestro día a día, que se le acabe la pila, supondría un grave problema. Por otro lado, si no le damos valor a la vida, entonces que estemos destruyendo el mundo no supone una gran amenaza.
La realidad es que hemos adquirido valores tan mediocres, que nuestras prioridades nos han llevado a construir un mundo con grandes carencias éticas y morales. Un mundo donde es más importante tomar un frappuccino con popote para no mancharte, que matar cientos de animales marinos. Un mundo que prioriza jugar beer pong sobre frenar la contaminación que provoca el calentamiento global.
Un mundo que prefiere gastar agua para bañarse tranquilamente, a evitar que en un futuro su demanda suba 40 por ciento. Un mundo donde seguimos gastando la misma cantidad de agua que alguien usa para bañarse durante dos meses, en la producción de una hamburguesa. Lo que necesitamos para salir de la crisis existencial en la que estamos viviendo no es separar la basura y usar menos el coche.
Lo que necesitamos es replantearnos nuestras prioridades, nuestros valores. No tenemos que cambiar el mundo sino cambiarnos a nosotros. Cambiar nuestra manera de pensar y valorar lo que nos rodea para poder así cambiar nuestra forma de vida y salir juntos de esta crisis. El punto es que debemos empezar y trabajar juntos.
Dejar atrás el egoísmo y tratar el problema con la importancia con la que merece ser tratado. Darnos cuenta de que no es que estemos matando al mundo, estamos cavando nuestra propia tumba. ¿Para qué estudiamos? ¿Para qué trabajamos? ¿Para qué soñamos? ¿Para qué pensamos en nuestro legado y en un futuro en el que probablemente nuestra especie no viva si es que no actuamos? No puedo evitar preguntar, ¿estamos matando al mundo o más bien nos estamos suicidando?