¿Afectan los móviles la salud mental de los niños? La ciencia cree que sí
Un estudio de Sapiens Lab relaciona por primera vez la edad a la que se accede al primer smartphone con el estado de salud mental, con resultados impactantes.
El pasado mes de mayo, la organización Sapien Labs ha publicado un estudio que ha pasado casi desapercibido a pesar de sus implicaciones profundas en el contexto actual, marcado por un deterioro acelerado de la salud mental de los jóvenes desde hace algo más de una década. En concreto, la investigación establece correlaciones muy llamativas entre la edad en la que se recibe el primer smartphone y la salud mental de los jóvenes.
El estudio se llevó a cabo durante los primeros meses de 2023 sobre una muestra importante de 27.696 jóvenes de 18 años a 24 años, cruzando 47 indicadores de salud mental con la edad en la que obtuvieron su primer smartphone. Tomando en cuenta que los smartphones se empezaron a generalizar hace una docena de años, solo a partir de ahora se tiene la distancia suficiente para que jóvenes adultos de hoy hayan podido disponer de un smartphone desde una edad temprana.
La interpretación de estos datos se puede resumir de la siguiente manera: cuanto más temprano se posea el primer smartphone, mayor la probabilidad de tener una salud mental frágil. O lo que es igual, formulándolo de manera positiva: cuanto más se retrase la edad a la que uno obtiene su primer smartphone, mejor será su salud mental.
La metodología de Sapien Labs se apoya en un índice de salud mental, el Mental Health Quotient (MHQ, elaborado por la propia organización), el cual agrega una serie de datos que, en su conjunto, describen el estado de cada individuo. Los investigadores también aíslan dimensiones específicas que conforman la salud mental, tales como la confianza en uno mismo o trastornos concretos, para luego medir el impacto que la edad del primer smartphone tiene sobre cada uno.
DATOS CLAVE
Como siempre, en especial desde hace unos años, las niñas y jóvenes adultas sufren de una peor salud mental que los varones, lo cual explica que casi siempre se distinga gráficamente entre unos y otros. Sin embargo, en una escala de -100 a +200, se observa que el cociente de salud mental de ambos aumenta de manera casi lineal a medida que se retrasa la edad de acceso al móvil:
La proporción de chicas que experimenta síntomas de fragilidad mental cuando llegan a la edad adulta asciende al:
- 74% en aquellas que recibieron su primer móvil inteligente a los 6 años.
- 55% cuando lo obtuvieron a los 12 años.
- 46% si no fue hasta los 18 años.
En el caso de los varones, esta proporción sigue una curva similar, aunque con una salud mental algo más robusta: el MHQ aumenta de 30 para los que han recibido su primer smartphone más temprano, a 45 para los que lo recibieron cerca de su mayoría de edad.
La edad en la que se recibe el primer smartphone afecta a casi todas las categorías de trastornos: sentimiento de desconexión de la realidad, adicciones, agresividad hacia los demás, etcétera. Además, los pensamientos suicidas se reducen en un 65% a medida que se retrasa la edad en la que se adquiere un smartphone.
El estudio de Sapien Labs también muestra que la edad en la que se posee un smartphone por primera vez impacta la salud mental independientemente que el niño haya sufrido o no traumas como el abuso, la enfermedad, graves problemas financieros, el divorcio de sus padres, etcétera. No es sorprendente que los jóvenes adultos que hayan sufrido tales traumas a lo largo de su infancia padezcan de una peor salud mental que el resto. Sin embargo, dentro de cada grupo (es decir, por un lado, los que han sufrido estos traumas y por el otro, los que no) el smartphone sigue afectando de forma igual la salud mental, tal y como lo ilustran las curvas paralelas de los gráficos siguientes.
¿BUENAS NOTICIAS?
En el contexto actual, marcado por un profundo deterioro de la salud mental (especialmente la de los niños, adolescentes y jóvenes adultos) resulta difícil alegrarse. Esta tendencia, que supera por creces los vaivenes que se observan habitualmente, ha sido puesta en evidencia y analizada por psicólogos como Jean M. Twenge y Jonathan Haidt. Empezó a finales de la década de los 2000 y se ha acelerado a partir del año 2012, el cual marca el verdadero inicio de lo que Haidt llama una “epidemia de trastornos mentales”. Casualmente, se trata del año en el que la tasa de adopción del smartphone en EE. UU. superó el 50%.
Estadísticas recogidas por The Financial Times a principios de año muestran por ejemplo cómo los síntomas de depresión se han más que duplicado a lo largo de la década pasada. En la misma línea, el Center for Disease Control and Prevention publicó el pasado mes de febrero un estudio que mostraba cómo la proporción de niñas que se sentían continuamente deprimidas había pasado de un 36% a un 57% entre 2011 y 2021. Los psicólogos previamente se han dedicado a recoger la evidencia de una cantidad de estudios, los cuales, en su conjunto, ya apuntaban hacia la responsabilidad de los smartphones y las redes sociales como principal causa de este deterioro.
No solo se trata de observar una tendencia que afecta a una generación en su conjunto sino de distinguir lo que explica que, dentro de una misma generación, unos se vean más o menos afectados. Twenge ya había establecido en 2017 que el número de horas a la semana que los jóvenes pasaban detrás de una pantalla influía enormemente en el sentimiento de felicidad y satisfacción con su propia vida.
Sin embargo, el estudio publicado por Sapien Labs es el primero en establecer una relación tan explícita entre trastornos mentales y la posesión de un smartphone. La buena noticia podría ser que ahora sabemos de forma difícilmente refutable que el hecho de disponer de un teléfono inteligente temprano constituye un hándicap en un campo tan fundamental como el de la salud mental.
En resumen, cuanto más tarde le des su primer smartphone a tu hijo (y aún más a tu hija), más lo inmunizas contra una mala salud mental. Y sin duda, como padres, proporcionar a nuestros hijos las condiciones idóneas para que gocen de una buena salud mental debería ser una prioridad absoluta.
Sin embargo, también sabemos que los jóvenes sufren una enorme presión social para disponer de un teléfono, que trasladan a unos padres, los cuales a menudo se sienten superados, aún siendo conscientes de que el smartphone probablemente no vaya a tener una influencia positiva en la vida de sus hijos. Por esta razón, estudios como el de Sapien Labs deberían también invitar a legislar en este el sentido del interés de los niños (y de los futuros jóvenes adultos en los que se convertirán en escasos años).
Para conducir un coche se requiere tener 18 años y aprobar el carné, pero para los smartphones (unos dispositivos igualmente potentes y cuyo uso tiene consecuencias tanto en uno mismo como en los demás) no se aplica ninguna restricción, más allá de la que los padres estén dispuestos a aplicar, con la escasa información de la que disponen. Restringir la propiedad de los smartphones por edad no sería una opción ideológica, sino que se apoyaría en una evidencia científica cada vez más robusta. También sería relevante apoyar más investigaciones replicando estudios como el de Sapien Labs en otras zonas geográficas, permitiendo disponer de datos aún más sistemáticos.
A corto plazo, más allá de las acciones individuales, resultaría útil difundir esta evidencia científica en las instancias educativas para actuar a nivel de cada colegio, en los consejos escolares o a nivel de agrupaciones de padres, con el objetivo de invertir una tendencia según la cual la norma establece como algo habitual entregar un smartphone a los niños en el momento en el que acceden a la escuela segundaria.