México, sin rastro del pico de la epidemia de Covid-19
A pesar de que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, suele decir que la epidemia de Covid-19 está “domada”, los datos volvieron a desmentir sus palabras este viernes y sábado, cuando el país registró nuevos récord de contagios diarios, con 8,458 y 9,556 casos nuevos, respectivamente.
Con los datos presentados hoy, la gráfica de la epidemia muestra una “meseta” en las tres últimas semanas reportadas por la Secretaría de Salud, es decir, no ha habido ni aumento ni disminución de los casos que estima la dependencia.
Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, mucho más comedido que el presidente, también falló en su pronóstico de que el pico máximo de contagios se alcanzaría a principios de mayo, si bien es cierto que siempre ha sostenido que la epidemia se alargaría hasta octubre.
Según su estrategia de “mitigación”, basada en el cierre de negocios no esenciales y un confinamiento voluntario para no perjudicar a los millones de pobres que viven al día, se iba a tener una epidemia más larga pero menos intensa que en otros países.
El objetivo era evitar la saturación de los hospitales, que actualmente tienen ocupadas el 45% de las camas de terapia general y el 38% de las camas con respiración asistida, algo que el subsecretario exhibe como un éxito.
Pero lo cierto es que el país inició en junio un polémico plan gradual de reapertura sin que la curva de contagios cediera, por lo que se ha agravado la situación en algunos lugares.
La Ciudad de México, foco rojo de la epidemia con 8,920 fallecidos registrados y donde parecía que la situación se había estabilizado, lleva 10 días con aumentos de la ocupación hospitalaria y su jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, ya ha advertido que la capital está en “alerta”.
Además, pese a la reapertura no se pudo frenar el golpe del coronavirus a la economía mexicana, que sufrió en el segundo trimestre una caída nunca vista del 18.9%, destruyó un millón de empleos y arrastró a millones de mexicanos a la pobreza.
“Hubo dos meses de cierre pero no se evitó la pérdida de empleos, no se logró detener la curva y el Gobierno atribuye la alta mortalidad a comorbilidades como la obesidad”, dijo la epidemióloga Carolina Gómez a la agencia Efe.
El presidente sin cubrebocas
Ya no hay ningún estado del país que no obligue o recomiende llevar cubrebocas en la calle o en espacios cerrados.
Incluso López-Gatell, quien al principio de la epidemia temía que la población relajara el distanciamiento social por una falsa sensación de protección de la mascarilla, ya recomienda su uso para frenar la emisión de partículas.
Pero si hay alguien que se resiste activamente a usarlo es López Obrador, de 66 años de edad, quien solo se le ha visto con cubrebocas en viajes en avión, donde está obligado a llevarlo.
“Me voy a poner un tapaboca. ¿Saben cuándo? Cuando ya no haya corrupción”, dijo este viernes el mandatario en respuesta a las críticas de la oposición por no llevarlo.
Aunque el nobel mexicano de Química Mario Molina haya defendido el uso del cubrebocas, para López Obrador su efecto no está “científicamente comprobado”.
A la epidemióloga Carolina Gómez no le cabe la menor duda de que “la única manera de detener el virus es con la sana distancia, la higiene personal y el uso del cubrebocas”.
“Hay mucha gente que irreflexivamente cree que si el presidente no da ejemplo, ellos no lo van a usar”, lamentó el doctor Malaquías López, profesor de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El académico, además, criticó que ante la pandemia, el gobierno haya centrado su estrategia en preparar los hospitales para atender a los casos más graves renunciando a conocer la magnitud real de la enfermedad.
“El error más importante es la falta de búsqueda de los que tuvieron contacto con personas enfermas. En lugar de mandarlos a casa, hay que rastrearlos y hacer pruebas”, consideró López.
Mientras tanto, cada 14 segundos, hay un nuevo contagio en México.