La alianza del ‘Pacto por México’

La alianza del ‘Pacto por México’

Los tres principales partidos políticos de la oposición han alcanzado un acuerdo para competir aliados en las elecciones federales de 2021, en un esquema de coalición parcial en 158 de los 300 distritos electorales del país.

Se trata de una alianza para intentar crear un frente opositor en la Cámara de Diputados, donde actualmente tienen juntos 137 curules.

El arreglo entre PAN, PRI y PRD suena inédito, considerando que durante casi 30 años (entre 1989 y 2018) fueron las tres fuerzas dominantes del sistema político mexicano, que cada que había elecciones entraban en una pugna no carente de crítica y descalificaciones.

Durante muchos años, al menos desde 1939, el PAN pidió a la ciudadanía un voto en contra del autoritarismo y la corrupción del régimen hegemónico encabezado por presidentes priistas.

Y el PRD se fundó en 1989 como respuesta a un fraude electoral cometido por priistas para imponer a Carlos Salinas de Gortari como presidente en los comicios de 1988.

Parecía descabellado, pero los partidos que encabezaron y desarrollaron un sistema tripartidista (una especie de trípode en permanente tensión) durante el proceso de transición a la democracia, ahora se alían para combatir juntos a Morena, el partido en el gobierno que en 2018 les desplazó de la hegemonía.

Según los resolutivos de los órganos directivos del PAN, PRI y PRD, su alianza se concretará en 158 distritos electorales de 13 estados, con el PAN colocando candidatos en 61 distritos, el PRI en 53 y el PRD en 44.

De acuerdo con la nota de Mayolo López en Reforma, Acción Nacional sacó de cualquier esquema de coalición los estados de Tamaulipas, Jalisco, Morelos y Querétaro, entidades donde sus militancias rechazaron la idea de aliarse con el antiguo enemigo.

Pero respaldaron la idea de buscar coaliciones con el PRI y el PRD en las elecciones de gobernador de Baja California, Baja California Sur, Colima, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas.

Para algunos panistas, como el gobernador chihuahuense Javier Corral, o los exdirigentes nacionales, Gustavo Madero y Damián Zepeda, se trata de una decisión errónea que expone a su partido al descrédito del tricolor, un partido inmiscuido en diversos casos de corrupción destapados en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Pero según su dirigente nacional, Marko Cortés, se trata de una decisión que busca cumplir con el “deber histórico” de enfrentar el “presente autoritario”.

“Tomemos juntos una decisión patriótica y asumamos juntos también el riesgo que ésta conlleva. Los invito a que miremos hacia el futuro, recordando que el PAN no es un fin en sí mismo, sino un instrumento de la sociedad, una trinchera ciudadana. Demos un mensaje claro y fuerte: que México está por encima de todo, que las y que los mexicanos cuentan con Acción Nacional”, conminó el líder panista a sus consejeros nacionales el pasado sábado, durante la sesión en la que se aprobó la alianza.

Con discursos similares, los líderes del PRI y PRD han justificado este viraje en su estrategia programática: aliarse con el partido de la derecha a la que durante tantas campañas habían denostado.

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Coaligarse de cara a la elección más grande de la historia puede ser visto como una salida de emergencia o una estrategia inédita por parte de los dirigentes partidistas Marko Cortés (PAN), Alejandro Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD).

Un movimiento táctico audaz y arriesgado para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador, Morena y los cinco partidos más que, según se deduce, serán opciones otras maneras de votar por la continuación de la 4T: PT, PVEM, Redes Sociales Progresistas, el nuevo PES y Fuerza Social por México.

Sin embargo, este acuerdo no es inédito ni mucho menos nuevo.

En 2012, en los albores del sexenio peñista, los entonces dirigentes partidistas César Camacho (PRI), Gustavo Madero (PAN) y Jesús Zambrano (PRD) firmaron un acuerdo “inédito” al que llamaron Pacto por México, para impulsar una agenda común de reformas.

El inicio del gobierno de Peña Nieto estuvo marcado por los acuerdos que alcanzaron esos partidos para aprobar en el Congreso reformas en materia educativa, política, financiera, en telecomunicaciones, energética y fiscal.

Agenda y reformas de las que López Obrador se distanció desde un primer momento y combatió con movilizaciones populares, dejando en claro que a partir de ese momento el país se dividiría en dos polos: el movimiento que él encabezaba (que a partir de las elecciones de 2015 se materializó con la presencia de Morena en la boleta electoral), y el “PRIAN-PRD”, ese bloque de partidos al que muchos ciudadanos miran como los mismos de siempre.

De eso se trataron las elecciones de 2018, en las que el PAN y el PRD postularon al panista Ricardo Anaya y el PRI al “apartidista” José Antonio Meade, un funcionario más cercano y afín a los postulados panistas que a la vieja tradición política del tricolor.

Esto, con los resultados por todos conocidos.

La nueva alianza entre PAN, PRI y PRD enfrentará nuevamente al lopezobradorismo en 2021, buscando un resultado insólito: que haciendo lo mismo de hace seis años esta vez obtengan un resultado distinto.

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