A un año de la inundación en Tula… Las heridas no han cerrado
Por Gabriela Tovar González
Ya pasó un año y parece que apenas fue ayer….ya van 12 meses de aquel fatídico lunes 6 de septiembre cuando todo cambió para siempre en Tula, cuando ocurrió el desastre más grande que jamás se haya vivido en este lugar y cuando millones de litros de aguas negras llenaron todo, todo lo que encontraron a su paso.
Fue como si una especie de enemigo enorme llegó en la noche oscura y arrasó con todo, justo cuando la gente estaba confiada de que no ocurriría nada y que sería una lluvia intensa como las que habían ocurrido siempre en esta temporada.
Nadie se imaginaba que esta vez sería muy diferente, ya que de la noche a la mañana, mucha gente, se habla de 35 mil habitantes, lo perdieron todo o la mayor parte de sus casas y pertenencias.
Fue una noche de terror en que todos quienes vivían en el centro de esta ciudad o las colonias afectadas buscaron, principalmente, salvar sus vidas, correr y evitar que la fuerte corriente que había en las calles se los llevara.
En las céntricas calles el agua volcaba vehículos rompía los vidrios, cortinas de los negocios y en el agua flotaban todo tipo de artículos comestibles, pero también refrigeradores, alacenas, estufas, y todo lo que nadie podía imaginar.
Y mientras tanto, en el hospital del Seguro Social se vivía lo inimaginable, porque en plena etapa de la pandemia, había 17 pacientes que requerían óxigeno y éste había quedado en la planta baja del edificio, el cual se inundó completamente y dejó en la indefensión a los médicos y enfermeras que ya no pudieron hacer nada para salvarle la vida a estos pacientes, que finalmente fallecieron.
Fue una noche oscura y larga, muy larga la que vivieron los tulenses, algunos trepando por donde podían para escapar de la corriente, otros agazapados en las azoteas de sus casas y otros rezando a su Dios para que el agua no los alcanzara.
Las historias son miles y los recuerdos calan hondo en la mente de todos aquellos que vivimos una de las peores pesadillas que jamás hubiéramos imaginado.
Con el correr de las horas llegaron los primeros rayos de luz y entonces, el terror fue peor. Las calles eran literalmente lagunas, el agua alcanzaba más de dos metros en muchos lugares y era increíble observar cómo los soldados del Plan DN III viajaban en lanchas por lo que siempre habían sido calles.
La mente no podía creer lo que estaba pasando, era increíble, era impensable… pero al final tristemente, era cierto.
Tula estaba sumergida en millones de litros de agua de desperdicio de hospitales, inodoros, wc y sólo Dios sabe cuántas otras cochinadas provenientes de la Ciudad de México y el Valle de México.
Era el horror total, porque no era sólo la inundación, sino también la porquería que nos habían enviado y que hoy, se sigue sosteniendo, no fue resultado de una tormenta con millones de litros de agua del cielo, sino «una decisión política» de salvar a la zona metropolitana de la CDMX, pero sin tener piedad por la gente de Tula y sus colonias, además de otros varios municipios que resultaron afectados, aunque en menor grado, porque aquí, aquí, fue lo peor.
Hoy, a un año de la tragedia también se está conociendo, según especialistas en el tema, que el gobierno federal y de la zona metropolitana de la CDMX desecaron el lago de Texcoco para el proyecto del aeropuerto de Peña Nieto, pero ahora no quieren volver a llenarlo, a pesar de que se canceló aquel proyecto, y las aguas que tradicionalmente iban a ese lago, ahora se vierten al río Tula.

DOLOR, LLANTO Y ESFUERZO…
Luego, con el pasar de los días, vino el dolor, el llanto y el esfuerzo, pero también la decepción de ver que nadie, sobre todo las autoridades federales que causaron esta tragedia, voltearon a ver a los damnificados y finalmente, cada quien buscó como arreglárselas para tratar de sobrevivir, para juntar aquello que habían perdido y que iba desde lo más esencial, como ropa o artículos personales, hasta lo más indispensable, siquiera para comer.
Había quienes no tenían ni una cuchara o un plato para comer, porque todo, todo, se lo había llevado el agua, o mucho de lo que quedaba estaba completamente contaminado por las fétidas aguas negras.
El dolor era inmenso, pero también el coraje, la desesperación y el verse tratados como ciudadanos «de quinta».
Pese a todo, el tiempo transcurrió, los días se fueron y los meses también, y poco a poco los damnificados comenzaron a ponerse de pie, muchos con apoyo económico de familiares, otros con deudas de casas de préstamos y también, increíblemente, con la ayuda de miles de civiles, «hermanos» que llegaron cargados con despensas, utensilios, comida y hasta dinero de un organismo de auxilio de Taiwan, ¡Mejor ellos vieron por las necesidades de los afectados, que su propio gobierno!

SOLO «PASTILLITAS» PARA UN ENFERMO GRAVE
Y a un año de la tragedia las heridas no han cerrado… el inmenso dolor sigue en muchos damnificados que hasta hoy no han podido recuperar sus hogares, en aquellos negocios que no pudieron reiniciar, en aquellas decenas de locales que tienen letreros de «se renta» y en la baja economía que tienen los vendedores de los céntricos negocios de Tula.
El gobierno municipal calculó que los daños ascendieron a unos 60 millones de pesos, pero hasta ahora, nada de recursos ha llegado para rehabilitar la muy dañada economía local.
Las heridas siguen porque la Conagua llegó a imponer obras que están en duda para muchos damnificados y que a pesar de que la población y especialistas en la materia han presentado diversas propuestas de solución a las inundaciones, ellos no escuchan y siguen con la ampliación del río Tula y el derribamiento de cientos de árboles con el pretexto de que es la única solución para que no haya más inundaciones, aunque al final, no descartan que otra tragedia pudiera ocurrir.
Mientras tanto, en la Ciudad de México y su área metropolitana donde se origina el problema, parece que no pasa nada, sus autoridades se hacen como que no oyen ni ven nada.
Las heridas no han cerrado y parece que sólo se le dan pastillitas a un enfermo para mantenerlo vivo… Al final, el destino de los tulenses sigue siendo incierto y las heridas seguirán abiertas por mucho, mucho tiempo aún.

