Detenciones, enfrentamientos y redadas: la caza de migrantes que ocurre en Chiapas

Detenciones, enfrentamientos y redadas: la caza de migrantes que ocurre en Chiapas

La tercera caravana migrante de la semana fue abortada igual que sus dos antecesoras: con un operativo del Instituto Nacional de Migración (INM) y la Guardia Nacional que concluyó con varios heridos y un número indeterminado de detenidos. A menos de 5 kilómetros de Escuintla, Chiapas, decenas de agentes interceptaron a los caminantes, en su mayoría haitianos, que escaparon por los sembradíos que bordean la carretera. Tras algunos minutos de enfrentamiento, los uniformados se lanzaron a la caza del migrante. Primero, a través de las plantaciones por las que habían escapado. Después, en hoteles de Escuintla, donde irrumpieron buscando a las familias que no lograron atrapar minutos antes. Esta es la cronología de cómo decenas de agentes migratorios y guardias nacionales cerraron el paso de hombres y mujeres exhaustos que llevan meses atrapados en Tapachula, Chiapas. Por la mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguraba que la barrera instalada para impedir el tránsito era por el bien de los migrantes, para “evitar violaciones a los derechos humanos”. Animal Político quiso saber cuántas personas fueron arrestadas y qué ocurrió con ellas, pero al cierre de la edición el INM no había dado una respuesta. La presencia del comisionado Francisco Garduño en Tapachula lleva a pensar que fue él quien dirigió de manera directa el operativo.

3.00 horas. Inicia la caminata

Los migrantes inician su caminata en Huixtla, Chiapas, tras dormir a la intemperie. La víspera se instalaron en una cancha tras caminar 41 kilómetros desde Tapachula. En medio de la noche, solo iluminados por una ambulancia y una patrulla de la Guardia Nacional, el grupo avanza liderado por varios hombres jóvenes. Por detrás, algunas familias, varias mujeres embarazadas e incluso niños de corta edad cargados por sus padres. Aunque mayoría de los caminantes son haitianos también hay venezolanos, hondureños y guatemaltecos.

7.00 horas. Amanecer sin presencia policial

El grupo sigue la marcha sin apenas presencia policial. Harold Dubuisson, de 28 años, asegura confiar en llegar a su destino. “No tengo miedo, solamente vamos a pasar. Todavía la policía no ha hecho nada, nosotros solo caminamos”, dice. Sin dejar de avanzar, explica que dejó Chile el pasado 2 julio y que su objetivo es llegar a la Ciudad de México. Se sumó a la caravana harto de la falta de oportunidades en Tapachula. “Es muy complicado. No puedes hacer nada, no puedes trabajar, no nos ayudan a conseguir papeles, no hay casa”, se queja. El tránsito es tranquilo, con frecuentes paradas para descansar. Algunas ONG ofrecen servicios médicos para quienes llegan agotados y otras reparten botellas de agua. En la cola de la comitiva hay personas con heridas en los pies a las que le cuesta seguir el paso.

10.30 horas. Comienza el operativo

“Gracias a Dios, por el momento, todo salió bien”. Wilson Francois, de 38 años, lleva ocho sin ver a su familia. Vivió en Brasil, Singapur, China y Chile. Ahora está de camino a Estados Unidos. Lleva la bandera de Haití, el país del que huyó, porque dice que le da “fuerza”. La caravana lleva más de siete horas caminando y no hay rastro de operativo a la vista. Todo cambia en un segundo. Varias patrullas llegan desde la carretera de Huixtla y cierran el paso a toda velocidad. Los agentes se bajan y comienzan a perseguir a los caminantes, que se dispersan a través del sembradío que queda a su derecha. Es un momento de caos, de violencia, de pánico. Un hombre joven, ágil como una gacela, esquiva a varios policías, que le superan en número pero no en forma física. Al final, tienen que ser cuatro los tipos que logran llevarlo en volandas y encerrarlo en una “perrera”, que es como popularmente se conoce a los camiones en los que son trasladados los migrantes detenidos.

Muy cerca de ahí se escuchan los gritos desgarradores de un hombre, que agarra a su hijo con una mano y con la otra a su mujer desmayada en el piso. Hay varios agentes migratorios que miran a distancia, como si no fuese con ellos. Nadie hace nada y el hombre grita, desesperado. Antes había una ambulancia pero ahora no está. Comienzan a caer piedras desde la zona de árboles contigua a la carretera. La mujer queda ahí, tendida, en el regazo de su esposo y bajo vigilancia.

10.45 horas. Enfrentamiento a pedradas

Algunos haitianos tratan de recuperar la carretera. Los antimotines de la Guardia Nacional forman una barrera con sus escudos. Caen pedradas que quiebran los vidrios de varios vehículos del INM. Wilson Francois sigue con su bandera y trata de convencer a sus compañeros de que dejen de lanzar cosas, que caminen y se protejan con sus cuerpos, que intenten dialogar con esos hombres que quieren atraparlos. Es en vano. Cada vez que pone un pie cerca de la carretera alguien intenta echarle el guante. Los oficiales, a gritos, lanzan la única oferta que pueden hacer: rendición y entrega para ser trasladados en autobús a un destino incierto. Nada que los caminantes, ya dispersos, puedan aceptar. Hay pedradas, insultos, golpes. Un oficial del INM golpea a un periodista de TV Azteca. El asfalto es territorio de los uniformados, que se preparan para asaltar los campos en los que se refugian los migrantes.

10.50 Carreras en mitad del campo

Al grito de “¡valieron verga!”, un grupo de funcionarios del INM trata de alcanzar a los haitianos que se habían desperdigado tras los terrenos de un campesino. Este, armado con un machete, maldecía la suerte de que sus huertos estuviesen en el lugar equivocado en el momento equivocado para que decenas de botas le pasasen por encima. Sin opciones para alcanzar a los migrantes, los oficiales perdían fuelle mientras que algunos agentes de la Guardia Nacional trataban de ganar terreno. Con las hierbas a la altura de las rodillas, era una cacería a la que le faltaban los perros persiguiendo a su presa. Aunque ya no había nada que hacer. Los migrantes estaban lejos del alcance de sus captores y estos regresaban a la carretera, donde los esperaban sus vehículos. Allí, casi vacíos, estaban los autobuses en los que pretendían encerrar a los huidos.

11.30 El dolor de un joven herido

“No puedo trabajar, no puedo pasar”. Un joven, con su constancia de la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), se queja de sus miserables condiciones ante dos oficiales que lo conducen al autobús. Podría haber escapado, pero decidió entregarse junto a un amigo que llega con la pierna muy dolorida. Apenas puede caminar y llora con cada paso. Es una mezcla de dolor y frustración, de oportunidad perdida. Mientras suben al autobús, una mujer saca la cabeza desde el interior y grita: “¡No nos dan ni agua!”. La carretera ha regresado a la calma. En Escuintla, a escasos 5 kilómetros, voluntarios de una iglesia tienen armada una mesa con alimentos para la caravana. Nadie llegará para comerlos. Mientras tanto, pequeños destacamentos del INM y GN se despliegan por las propiedades de los alrededores de la carretera, buscando a algún infeliz que se haya quedado rezagado.

14.00 Redadas en los hoteles

Cuando parecía que la jornada llegaba a su fin, el INM cambió su estrategia. Sorpresivamente, un grupo de agentes irrumpió en el Hotel Toledo, un establecimiento del centro de Escuintla. Allí fueron detenidas tres personas: un haitiano y otros dos hondureños. Es muy posible que estuviesen descansando tranquilamente y se convirtieran en víctimas colaterales de la segunda fase del operativo. En un primer momento los agentes se quedan en la puerta. Cecilio García, que está a cargo del hotel, les dice que sin una orden no pueden ingresar. Y los uniformados regresan con un oficio firmado por Paola López Rodas, subrepresentante federal de la zona sur del INM en el que se autoriza una revisión migratoria. ¿Es suficiente con este documento o debería ser un juez el que lo emite? Hay discrepancias entre los expertos consultados por Animal Político. Una orden que los agentes de la GN tenían clara: debían impedir que las cámaras grabasen el momento en el que se llevaban, como si fuese un delincuente, a un haitiano que ni siquiera estaba en la caravana.

Los que lograron huir

“Me siento muy triste por lo que ha ocurrido. Perdí mi mochila, donde llevaba 2 mil 500 pesos, y una zapatilla. Yo no sabía cómo funcionan aquí. Perdí ropa, perdí zapatos, solo tengo la camiseta y unas bermudas”. Wilson Francois, el haitiano de la bandera, logró zafarse del operativo. Horas después, a través de un mensaje de Whatsapp, asegura estar a salvo, pero frustrado, asustado y con muchas urgencias. Mientras busca un lugar seguro en el que pasar la noche, el grupo se queja del operativo. Un venezolano, que viaja con menores de edad, dice que tiene constancia de solicitud de asilo pero que recientemente fue deportado a Guatemala. “Pedimos continuar nuestro camino. El presidente dice que lo que ha pasado es para salvaguardar a los migrantes, pero lo que debe entender es que queremos continuar nuestro camino, que ya somos todos mayores”, lamenta. Otro compañero hondureño se limita a agradecer a Dios por haber escapado del operativo. Hoy dormirán seguros. Por delante tienen más de 3 mil kilómetros.


Interrogantes tras la jornada

Después de una jornada violenta y dramática quedan muchos interrogantes pendientes. El primero, el urgente, saber qué ocurrió con las personas detenidas durante la caravana. Algunos activistas apuntaron a que fueron devueltos a Guatemala, aunque no se pudo corroborar. En las últimas semanas, las organizaciones de Derechos Humanos han detectado varios lugares en los que los migrantes son devueltos: El Ceibo, Tabasco; La Mesilla y Frontera Talismán, ambas en Chiapas; e incluso en las afueras de Tapachula. No parece haber un patrón que explique el destino de cada uno, según estas fuentes.

El segundo, el relevante, es conocer qué plan tiene el gobierno de López Obrador para la población que se hacina en Tapachula. La propuesta del INM de un campamento “humanitario” no parece que vaya a tener predicamento entre los afectados. Tampoco parece que el presidente tenga voluntad de cambiar su política migratoria, pactada con Estados Unidos para impedir la llegada de extranjeros al norte. Sin alternativas, Tapachula es una olla a presión de la que partirán más caravanas.

Tras los hechos ocurridos, el INM emitió un comunicado en el que dice que revisará “el proceder de su personal en los despliegues operativos de control y verificación que se han llevado a cabo en los últimos días en el estado de Chiapas”.

“En estos días han habido incidentes difundidos en redes sociales a los cuales damos seguimiento para tomar las medidas correspondientes, a fin de que la actuación del INM se apegue a los protocolos establecidos.

Sobre el tema, hubo menciones de representantes de medios de comunicación que denunciaron agresiones por parte de agentes migratorios, para interferir o censurar su trabajo, así como reprimir la libertad de expresión.

El instituto revisa los casos y refrenda su respeto por el trabajo de quienes ejercen esta noble tarea”, expresó.

Noticias Relacionadas