Ebrard persigue un golpe de efecto al tratar de medirse con Xóchitl Gálvez en un debate
El exsecretario insiste en celebrar un cara a cara con la panista, una jugada que relega a Claudia Sheinbaum, que sigue siendo la favorita en las encuestas para la elección morenista
Un debate contra la favorita para ser la abanderada de la oposición tiene la virtud de presentar al contendiente como el candidato oficial. Esa parece ser la jugada de Marcelo Ebrard cuando reta a Xóchitl Gálvez a celebrar ambos un cara a cara sobre la actualidad política del país. “Cuando ella quiera”, dijo el exsecretario de Relaciones Exteriores. No es solo una apuesta del aspirante morenista para recuperar protagonismo mediático a partir de un nuevo choque con la senadora panista. El movimiento de ficha tiene el efecto (más óptico que real) de desplazar del tablero a Claudia Sheinbaum, su principal rival en la contienda interna y mejor posicionada, según la mayoría de las encuestas. En todo caso, Gálvez ha rechazado la oferta este viernes, pero el intercambio de mensajes en redes sociales sirvió para mandar un mensaje a los seguidores del Gobierno: Ebrard es la corcholata que no teme a la confrontación con la derecha, ya sea en un eventual debate o en la elección de 2024.
“Estimado Ebrard, vi tu invitación al debate, pero no es el tiempo”, ha respondido Gálvez, dos días después de que Ebrard declarara que estaba listo para debatir con la oposición o con sus rivales en la contienda interna de la coalición gobernante. La senadora del Partido Acción Nacional (PAN) no se limitó a declinar la oferta, también aprovechó para lanzar una provocación a su adversario. “Suerte en tu proceso, veo los dados cargados”, remató la aspirante mejor posicionada de la alianza Va por México, que encabeza el PAN junto al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El comentario de los dados es una respuesta directa a los señalamientos de Andrés Manuel López Obrador de que ella será impuesta como candidata presidencial de la oposición, una hipótesis con la que ha jugado el presidente durante semanas y que ha catapultado la imagen de la legisladora entre los sectores que no apoyan al Gobierno, por el interés mediático que ha generado el pleito y porque la ven como la indicada, quizás la única, para desafiar a la hegemonía de Morena. Desde mediados de junio, cuando Morena arrancó la carrera por relevar al presidente, Ebrard ha tenido que remar contracorriente y tumbar la idea de que la contienda del partido gobernante estaba definida a favor de Sheinbaum. Bajo el eslogan “Es Claudia”, el equipo de la exjefa de Gobierno de Ciudad de México impulsó la idea desde hace meses de que ella era la elegida, la más cercana a López Obrador y la que tiene más probabilidades de ganar.
“No coincido contigo, siempre es tiempo de debatir”, responde después Ebrard en Twitter. El excanciller ha depositado sus fichas desde el principio de la competencia en que un debate puede hacer la diferencia en su campaña. Cuando Gálvez todavía estaba fuera de la partida, el exsecretario buscó a las corcholatas de Morena, pero Sheinbaum mostró sus resistencias e insistió en que atizar las confrontaciones entre compañeros de partido sólo beneficia a la oposición. Su equipo confía en que ninguna encuesta, entre las casas más conocidas, la pone en el segundo puesto y ha interpretado que lo más seguro es administrar la ventaja y no exponerse al riesgo de dar oportunidad a sus perseguidores. “Este momento es inédito. Pienso que a la sociedad le gustaría escucharnos. Estoy seguro de que el pueblo te dirá lo mismo”, comentó.
Ebrard, un político experimentado, ha buscado formas de dar la vuelta a la parálisis que atraviesa la contienda interna de Morena. López Obrador ha subido al ring directamente con Gálvez, lo que ha dejado en segundo plano a las corcholatas. No es un pleito entre aspirantes, sino entre una opositora y el presidente. Eso ha hecho que la carrera por la candidatura presidencial del lado del oficialismo quedara prácticamente aislada y congelada: se mantiene el orden de salida en la carrera, no hay grandes despuntes en la intención de voto y tampoco tanto interés como antes en los recorridos de los aspirantes por todo el país. Buscar a Gálvez es un intento por destrabar la situación, pero también una forma de demostrar a la militancia que se necesita a alguien que esté preparado para el golpeteo de una elección y que pueda defenderse por sí mismo, ante la eventual salida de López Obrador.
Ebrard ha insinuado que el candidato de la Cuarta Transformación, el proyecto político del presidente, no puede temer y ha empleado una estrategia de contraste entre lo que él representa frente a su rival. “¿Tiene miedo Claudia?”, le preguntó uno de los periodistas tras lanzar el reto a Gálvez y a Sheinbaum. “No sé, creo que habría que preguntarle, pero yo pienso que ella tiene que estar preparada para debatir y deliberar”, contestó. Buscar directamente a Gálvez es también una forma de presentarse como el candidato de Morena.
Pero para bailar se necesitan dos. Y Gálvez, a pesar de que ha entrado al cuerpo a cuerpo con las corcholatas de Morena, va a un ritmo diferente. “Yo estoy centrada en ser la responsable de la construcción del Frente Amplio por México”, dijo a Ebrard. De confirmarse lo que anticipan las encuestas, la aspirante opositora tiene que aguantar un mes y medio para amarrar la candidatura presidencial y en el camino, acortar la brecha frente a Morena, el partido más votado en las últimas elecciones. El excanciller, en cambio, asume que todos están bailando y buscará asegurar su sitio en la pista: presentando propuestas, exigiendo debatir, cuestionando las estrategias de sus rivales dentro y fuera de Morena, aunque le digan “que no son los tiempos”. “Ya es un debate”, dijo el miércoles. Queda poco más de la mitad de la carrera antes de que se definan las candidaturas de ambas coaliciones en la primera semana de septiembre.