El agua negra del río Tula llegó en la oscuridad de la noche con un torrente inmenso que lo arrasó todo a su paso…

El agua negra del río Tula llegó en la oscuridad de la noche con un torrente inmenso que lo arrasó todo a su paso…

Por Gabriela Tovar González

Era una noche como cualquiera, con una lluvia intensa de esas que caen en esta época del año, aunque esta vez arreciaba y su intensidad no paraba, al contrario, se volvía cada vez más fuerte y constante. Sin embargo, todo transcurría normal y la gente continuaba con sus labores cotidianas en sus casas, hasta que a eso de las 10:00 de la noche llegó algo así como un enemigo silencioso y el agua comenzó a aumentar cada vez más y más su altura.

     Así, «en un abrir y cerrar de ojos», sin que hubiera tiempo para nada, el agua se apoderó de las calles y llegó con un torrente que entró por todos lados, no había puerta ni barda, ni nada….que la detuviera. Todo llegó de golpe y las calles se habían convertido en un enorme río que arrasaba con todo a su paso; la corriente era muy fuerte, al grado de que volcaba los vehículos que había en las calles y los arrastraba hasta chocar contra las cortinas de los comercios. ¡El río Tula se había desbordado!, algo que se temía pero que nunca se consideró como una realidad.

     Esa fue la noche de la tragedia en Tula, la del lunes 6 de septiembre, cuando las calles más céntricas de esta ciudad estaban anegadas de agua, pero de agua negra y contaminada que provenía de los drenajes y desperdicios de la Ciudad de México y el Estado de México, y que corría a raudales por todos lados.

     Hubo gente que apenas si alcanzó a salir corriendo de sus viviendas para ponerse a salvo; otros más se subieron a las partes altas de sus casas y jalaron con algunos artículos que pudieron, todo lo demás se quedó a su suerte, a ser arrasado por miles de litros de agua sucia.

     «Apenas si pude salir de mi casa con el agua casi hasta el cuello, ya ni supe cómo me torcí el tobillo, seguramente cuando corrí para subirme por una escalera», narra una vecina de la colonia 16 de Enero, que muestra una venda en su pierna derecha y las ronchas que tiene en la otra pierna a causa del agua contaminada que le infectó la piel.

     Otros más se quedaron atrapados en el segundo nivel de sus casas mirando a cada minuto cómo iba subiendo el agua por su escalera y con el temor de que los alcanzara en cualquier momento.

     «Era un río de enormes dimensiones que pasaba de manera insólita frente a mis ojos, en lo que era el balcón de mi casa y que daba a la calle, la cual estaba repleta de agua que llevaba una gran fuerza. Yo oía como rugía y a su paso se escuchaba el tronar de vidrios de casas y negocios. Una especie de monstruo que llegó por la noche», recuerda una vecina de la calle de Leandro Valle.

      La gente que permaneció en sus casas no pudo dormir en toda la noche, todo era incierto, «y que tal si el agua subía más, y qué tal si lo tapaba todo. No había seguridad de nada y la vida parecía nada en ese instante, como si en cualquier momento fuera a desaparecer».

     El terror se apoderó de quienes estaban en sus casas, mientras que otros miles más huyeron sólo con la ropa que llevaban puesta. «Apenas me dio tiempo de ponerme a salvo y de llegar al albergue donde pasé varias noches, con miedo y con frío, con tristeza e impotencia, llorando por todo lo que se quedó, y por años y años de esfuerzo que en un instante se convirtieron en basura», recuerda un damnificado.

LA MÁS CRUDA REALIDAD

     Pero el terror apenas iniciaba y ya cuando amaneció para el martes, con los primeros rayos de luz del amanecer comenzó a aparecer la más cruda realidad. La ciudad de Tula se encontraba completamente llena de aguas negras, era como una gran laguna que había anegado cientos, miles de casas y negocios que irremediablemente contenían en su interior sólo desperdicios altamente contaminados y el fétido olor era insoportable.

     Esto parecía un mal sueño, una pesadilla de la que uno se quiere despertar cuanto antes, pero no era así. La realidad era otra muy diferente apenas a la del día anterior y hoy era una tragedia…

     Alrededor de las 10:00 de la mañana comenzaron a verse en medio del agua lanchas de remos que tripulaban elementos del ejército y entonces la sorpresa siguió…. ¡Era algo inaudito! Ya estaban ahí para rescatar a quienes se habían quedado en sus casas y los elementos del Plan DNIII se bajaban de las lanchas y se ataban con cuerdas a los árboles para que no se los llevara la fuerte corriente del agua. Así se cruzaron el río (que antes era una calle) para llegar al otro extremo y sacar a los vecinos.

     Mujeres, adultos mayores y niños eran cargados en la espalda de los soldados y poco después llegaron grandes camiones de rescate de la CONAGUA donde los subían y los sacaban hacia la Calzada Melchor Ocampo, en el puente Metlac, hasta donde había llegado la inundación.

     Una vecina recuerda: «Junto con mis dos hijas nos subieron a una lancha y llevábamos también a nuestro gato Max en su caja transportadora, ahí iba nuestra mascota también con temor e incertidumbre que se veían en su pequeño rostro. Ya en la lancha vi cómo nos alejábamos de nuestro hogar, del lugar que por tantos años había sido lo más seguro que teníamos y que hoy era sólo incertidumbre. ¿Volvería algún día o lo arrasaría el agua?, me preguntaba a mí misma».

      La tragedia era mayúscula porque los elementos de la Sedena, la Guardia Nacional, la policía estatal y municipal, y cientos de voluntarios se enfrentaban también al traslado de los enfermos de Covid-19  y esa noche había ocurrido la muerte de 16 hombres y mujeres que se quedaron sin oxígeno en el hospital del IMSS y que fallecieron irremediablemente. Todavía el martes al mediodía estaban sacando más enfermos desde la azotea del nosocomio. Todo era zozobra en esos momentos.

EL HORROR DE HABERLO PERDIDO TODO

     Después el agua comenzó a bajar lentamente, muy lentamente, y dos días después de la inundación, finalmente en algunos lugares quedó lodo y charcos enormes de agua por todos lados. Así, la población afectada pudo volver a sus negocios y viviendas y enfrentarse a la más dura realidad, el ver que lo habían perdido todo: mercancías millonarias de todo tipo en los céntricos negocios de Tula, pero también el agua les quitó todo a los más humildes: sus colchones, cobijas, ropa, cocinas sencillas y hasta su ropa. Ahora no tenían absolutamente nada.

    Así, con el ánimo devastado y con lágrimas en los ojos, la gente comenzó a sacar toda la podredumbre de todo tipo de artículos y entonces las montañas de desperdicios comenzaron a surgir y en muchos lugares todavía son enormes, y en las calles de colonias pobres, como la de Las 3 Culturas en la colonia 16 de Enero, apenas si se podía pasar de tanta basura que había quedado.

     «Yo sólo quiero volver a mi casa y aunque sea quedarme en el suelo, pero de mi vivienda», aseguraba una mujer de edad mayor con lágrimas en los ojos y voz entrecortada. El dolor está a flor de piel.

GRAN ESFUERZO DE ELEMENTOS DEL PLAN DNIII

      Pero muy aparte de los daños y la tristeza de los habitantes, también está el enorme esfuerzo que han hecho cientos de elementos de la Marina, el ejército mexicano en el Plan DNIII para desastres naturales, la guardia nacional y elementos de protección civil estatales y municipales.

     Todos han colaborado arduamente día y noche sacando el agua y los enormes montones de lodo, barriendo entre el lodazal y la severa contaminación, destapando coladeras y antes que nada salvando gente cuando la inundación era muy alta.

    También se han sumado empresas privadas altamente solidarias y voluntarios que han prestado su mano de obra para los trabajos, así como cientos y cientos de habitantes de otros municipios aledaños y de otras entidades que han traído víveres  y comida para la gente afectada. A todos ellos MUCHAS GRACIAS  a nombre del pueblo tulense.

     Y así, tras el recuento de los daños por esta tragedia y a casi 15 días de la severa inundación, los titánicos trabajos para intentar volver a  la normalidad continúan y muy seguramente serán meses y quizás hasta años para que Tula y sus habitantes se recuperen y logren sanar las heridas, aunque esa especie de fantasma del agua negra del río Tula será muy difícil, muy difícil, de olvidar……

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