La implosión del Cártel de Sinaloa devasta Culiacán

La implosión del Cártel de Sinaloa devasta Culiacán

La capital del estado vive momentos de penumbra. En tres meses suman más de mil víctimas de asesinato o desaparición. El día es para los civiles, la noche para los criminales

Es de mañana en Culiacán, y Rosa Lidia Félix Camacho trata de abrir una carpa móvil a los pies de la Catedral de la ciudad. Se tambalea, habla con debilidad. Es martes 26 de noviembre y lleva casi un mes en huelga de hambre. La inició como un grito desesperado ante la desaparición de su hijo, Jesús Tomás Félix Félix, sucedida el 31 de octubre pasado.

Rosa Lidia no entiende lo sucedido. Sólo puede decir que su hijo es un hombre de bien, deportista, trabajador y padre de familia. Llevaba una semana desempleado cuando desapareció, cuenta su madre sentada en una silla plegable debajo de una lona que la protege del sol semitropical.

Recuerda que la noche de su desaparición acudió a casa de un amigo en la colonia Las Quintas, y cuando salió, alrededor de la 1:40 de la madrugada, avanzó unas cuadras y desapareció con todo y vehículo, un Nissan Versa gris oxford. La señora realizó el recorrido que debió transitar su hijo y unió las huellas de su paso. Solicitó copia de las cámaras de seguridad a los vecinos y, en una de ellas, se ve a Jesús Tomás mientras conduce el automóvil. Desde entonces, sólo ha conseguido un registro en video; ni los bancos ni los negocios de comida que se encuentran en la ruta han querido entregarle copias.

“Les pido al banco Banamex, al Banorte que se encuentran en la colonia Campiña, que por favor se toquen el corazón y que nos proporcionen esos videos donde quedó grabado por donde pasó mi hijo… son los videos clave”, dice inmersa en un vértigo aciago.

El joven de 28 años es uno de los más de 500 desaparecidos registrados por organizaciones civiles en el estado desde el 9 de septiembre, cuando empezó de lleno la batalla entre las dos facciones más poderosas del llamado Cártel de Sinaloa, la de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, y el hijo de Ismael Zambada García, alias El Mayo. Las estructuras conocidas como la Chapiza y la Mayiza, o Los Chapitos y Los Mayitos, fueron aliadas durante décadas, y ahora buscan aniquilarse.

La señora Rosa Lidia, de 56 años, de oficio ama de casa, inició la huelga de hambre el 4 de noviembre, y en cuanto llamó la atención de la sociedad se le acercaron enviados del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, para solicitarle que se levantara del lugar, presuntamente preocupados por su salud. Ella continuó en el sitio y solicitó una entrevista con el mandatario. La señora le pidió a los funcionarios estatales que le entreguen a su hijo con vida, que le asignaran atención médica y seguridad permanente. El apoyo del gobierno ha llegado de manera momentánea y sólo cuando ella lo solicita por teléfono.


Es de mañana en Culiacán, y Rosa Lidia Félix Camacho trata de abrir una carpa móvil a los pies de la Catedral de la ciudad. Se tambalea, habla con debilidad. Es martes 26 de noviembre y lleva casi un mes en huelga de hambre. La inició como un grito desesperado ante la desaparición de su hijo, Jesús Tomás Félix Félix, sucedida el 31 de octubre pasado.

Rosa Lidia no entiende lo sucedido. Sólo puede decir que su hijo es un hombre de bien, deportista, trabajador y padre de familia. Llevaba una semana desempleado cuando desapareció, cuenta su madre sentada en una silla plegable debajo de una lona que la protege del sol semitropical.

Recuerda que la noche de su desaparición acudió a casa de un amigo en la colonia Las Quintas, y cuando salió, alrededor de la 1:40 de la madrugada, avanzó unas cuadras y desapareció con todo y vehículo, un Nissan Versa gris oxford. La señora realizó el recorrido que debió transitar su hijo y unió las huellas de su paso. Solicitó copia de las cámaras de seguridad a los vecinos y, en una de ellas, se ve a Jesús Tomás mientras conduce el automóvil. Desde entonces, sólo ha conseguido un registro en video; ni los bancos ni los negocios de comida que se encuentran en la ruta han querido entregarle copias.Play Video

“Les pido al banco Banamex, al Banorte que se encuentran en la colonia Campiña, que por favor se toquen el corazón y que nos proporcionen esos videos donde quedó grabado por donde pasó mi hijo… son los videos clave”, dice inmersa en un vértigo aciago.La señora Rosa Lidia Félix Camacho muestra una ficha de búsqueda de su hijo desaparecido, Jesús Tomás Félix Félix / Foto: Diego Prado

La señora Rosa Lidia Félix Camacho muestra una ficha de búsqueda de su hijo desaparecido, Jesús Tomás Félix Félix / Foto: Diego Prado

El joven de 28 años es uno de los más de 500 desaparecidos registrados por organizaciones civiles en el estado desde el 9 de septiembre, cuando empezó de lleno la batalla entre las dos facciones más poderosas del llamado Cártel de Sinaloa, la de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, y el hijo de Ismael Zambada García, alias El Mayo. Las estructuras conocidas como la Chapiza y la Mayiza, o Los Chapitos y Los Mayitos, fueron aliadas durante décadas, y ahora buscan aniquilarse.

La señora Rosa Lidia, de 56 años, de oficio ama de casa, inició la huelga de hambre el 4 de noviembre, y en cuanto llamó la atención de la sociedad se le acercaron enviados del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, para solicitarle que se levantara del lugar, presuntamente preocupados por su salud. Ella continuó en el sitio y solicitó una entrevista con el mandatario. La señora le pidió a los funcionarios estatales que le entreguen a su hijo con vida, que le asignaran atención médica y seguridad permanente. El apoyo del gobierno ha llegado de manera momentánea y sólo cuando ella lo solicita por teléfono.

A su costado se halla una hielera con sueros, miel y suplementos alimenticios. Ha sobrellevado estos días con el apoyo de amigos médicos que le recomendaron no dejar el omeprazol para el estómago y los sueros intravenosos.

“Por favor, tengan piedad del dolor que tenemos. Se los pido con el alma destrozada, ya no aguanto más: regresenme a mi hijo. Ya son muchos días”, ruega a los captores, al gobierno, al vacío, a quien escuche el débil aliento que aún le queda.

El Cártel de Sinaloa es una de las organizaciones criminales más poderosas de México, y es también una de las más estructuradas del mundo, según han dicho autoridades estadounidenses. Los registros de esta asociación se inician desde hace más de medio siglo, incluso desde antes de llamarse así, con la creación del Cártel de Guadalajara en la década de los 70, de acuerdo con datos de la Secretaría de la Defensa Nacional. Entonces estaba liderado por los sinaloenses Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, entre otros capos. En los años 80, y con el liderazgo de El Chapo y Héctor Luis Palma Salazar, alias El Güero Palma, nace el Cártel de Sinaloa, nombrado por la autoridad como Cártel del Pacífico. Una década después se identificó en lo alto de la estructura a los hermanos Beltrán Leyva, a Ignacio Coronel, a Juan José Esparragoza Moreno, alias El Azul, y a Ismael Zambada García, alias El Mayo. Desde entonces se creó una alianza entre El Chapo y El Mayo que parecía indivisible, hasta hoy.

El 25 de julio pasado se inició un nuevo capítulo en la historia del narcotráfico en México, uno que ni los más aventurados pueden imaginar su desenlace. De acuerdo con la carta enviada por el propio Mayo Zambada a través de su abogado en Estados Unidos y respaldada en lo general por la Fiscalía General de la República (FGR), Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo, le pidió que se reuniera con el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y con el líder de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda. El objetivo era que El Mayo ayudara a los dos líderes políticos a encontrar un acuerdo político porque ambos estaban confrontados por la sucesión en la UAS. En la misiva, Zambada también afirma que le aseguraron que en el encuentro estaría Iván Archivaldo Guzmán Salazar, hijo de El Chapo identificado como líder del imperio criminal de su padre.

En la carta firmada al 10 de agosto, El Mayo asegura que el 25 de julio fue a un rancho dentro de Huertos del Pedregal, un área ubicada a las afueras de Culiacán. En ese lugar, a las 11 de la mañana, se llevaría a cabo la reunión. Lo acompañaban cuatro escoltas, entre ellos un comandante de la Policía Judicial de Sinaloa.

Relata que, al entrar a la Hacienda, vio a Cuén Ojeda y a Joaquín Guzmán López.

“Tan pronto como puse un pie dentro de esa habitación fui emboscado. Un grupo de hombres me agredió, me tiró al suelo y me puso una capucha de color oscuro en la cabeza. Me ataron y esposaron y luego me obligaron a subir a la caja de una camioneta”, se lee en el relato publicado originalmente en inglés.

Después lo habrían subido a un avión privado y trasladado a El Paso, Texas: “No había nadie más a bordo del avión excepto Joaquín, el piloto y yo”. Joaquín e Ismael fueron detenidos por autoridades de Estados Unidos, mientras que el piloto fue puesto en libertad. Se desconoce su identidad y paradero.

En ese lugar, escribió El Mayo, mataron a Héctor Melesio Cuén Ojeda. La aclaración la consideró necesaria porque la Fiscalía de Sinaloa manejó una versión distinta que concluyó en un desmentido de la Fiscalía General de la República, la apertura de una investigación federal y la caída de la fiscal del estado señalada de liderar un montaje.

Tras darse a conocer la misiva, el gobernador de Sinaloa negó la versión de El Mayo y mostró un plan de vuelo donde se leía que justo ese día había volado en un avión privado a los Estados Unidos.

Al finalizar la carta, El Mayo hace un cierre singular, y llama a mantener la paz: “Nada se puede solucionar con la violencia. Hemos recorrido ese camino antes y todos pierden”.

Pero en Sinaloa ha pasado todo lo contrario. En menos de tres meses se han contabilizado más de 500 asesinatos. Sumado a la incertidumbre de los desaparecidos, son más de un millar de víctimas. Ahora, los hijos de ambos barones del crimen encabezan una escalada de violencia nunca antes vista: por un lado los hermanos Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar en representación de La Chapiza, por otro Ismael Zambada Sicairos, alias El Mayito Flaco, con las fuerzas de La Mayiza. Aunque los sucesos violentos han ocurrido en la mayor parte de los municipios de Sinaloa, el grueso se ha concentrado en Culiacán, lugar donde se agrupan sus más grandes estructuras.

***

Se bajaron de un carro oscuro. Dos jóvenes de unos 16, 17 años. Prendas negras, tatuajes en los brazos y gorras con viseras planas. Entraron a una panadería. Tranquilos. Sin armas. Era jueves 28 de noviembre.

–Venimos de parte de los jefes –soltó uno de ellos.

–¿Perdón? –dijo una señora que despachaba el pan.

–Sí, de parte de los jefes de aquí de Culiacán. Venimos a pedir permiso.

–Y permiso de qué –respondió ella.

–Permiso para poner una cámara aquí afuera, para que no ande tanto puntero, pues –continuó el joven mientras se le acercaba al oído y comentaba casi con susurros.

La señora palideció; ellos ordenaron pan para llevar.

Días antes, en la madrugada del 25 de noviembre, grupos armados que no fueron identificados destruyeron a balazos 65 videocámaras de seguridad instaladas en la ciudad. Los aparatos eran parte del sistema de inteligencia y vigilancia de Culiacán operado por el Ejército.

De manera fortuita, los reporteros presenciamos la conversación. Después nos retiramos sin hacer comentarios y sin conocer el desenlace.

Aunque la fractura entre La Chapiza y La Mayiza sucedió el 25 de julio, cuando fue secuestrado Zambada García, la batalla abierta entre ambos comenzó 46 días después. Han sucedido tantas cosas en estos tres meses que resulta imposible detallarlas en un solo texto, pero los primeros 21 días de la batalla nos dan una idea de la magnitud del conflicto.

El 9 de septiembre, en Culiacán, hombres armados fueron enfrentados por soldados en el sector La Campiña durante una refriega. En distintos hechos, la violencia se prolongó por 15 horas; el 10, nuevamente circularon convoyes de civiles con armas largas y las escuelas fueron cerradas; el 11 se reportaron nueve asesinatos, 11 desaparecidos y 16 robos de vehículos en la zona centro de Sinaloa; el 12 cerraron la carretera Mazatlán-Durangopor enfrentamientos, vehículos que bloquean el paso y arrojo de ponchallantas. Hoteleros de Mazatlán registraron el inicio de cancelaciones de cuartos; el 13 estallaron las agresiones contra policías: privaron de la libertad a un elemento estatal y balearon la casa de un municipal.

La violencia se extendió al sur, y aparecieron cinco muertos en la sierra de Concordia. A la vez, en Nueva York, El Mayo se declaró no culpable; el 14, la FGR inició el cateo a Huertos del Pedregal, en Culiacán, y se registran enfrentamientos entre criminales y soldados al sur de Sinaloa, en los límites con Durango; el 15 hackearon la página de impuestos locales del gobierno de Sinaloa y colocan una amenaza en contra del gobernador Rocha, además, personal médico del Instituto Mexicano del Seguro Social, la más grande institución de salud, denunció agresiones de un grupo armado que llegó con personas heridas en Mazatlán: “Si mueren ellos, mueren ustedes”, les dijeron; el 16, el general de División, Francisco Jesús Leana Ojeda, máxima autoridad militar en lo local, afirmó que la violencia en Sinaloa “no depende de nosotros; depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer confrontación entre ellos”.

El comentario generó indignación y fue removido del cargo; el 17, la Sedena informó que sumaba dos militares muertos y nueve heridos en la batalla local; el 18, el colectivo civil de búsqueda Sabuesos Guerreras acumuló 80 fichas de desapariciones desde el 27 de agosto; el 19, elementos del Ejército capturaron a Mario Alexander N, alias El Piyi, uno de los presuntos jefes de seguridad de Los Chapitos; el 20, diputados locales reformaron la Ley Orgánica de la UAS, iniciativa legal de disputa entre Cuén y Rocha para quitarle al primero el control de la máxima casa de estudios local; el 21 se enfrentaron civiles armados y soldados con un saldo de tres presuntos criminales muertos y tres militares heridos.

El enfrentamiento se registró en la zona más comercial de Culiacán y evacuaron a las personas de una plaza comercial; el 22 se dio a conocer tres personas muertas y tres desaparecidos más; el 23, en un corte de seguridad, el gobierno estatal informó de 32 personas detenidas y 89 vehículos asegurados a los presuntos criminales, de los cuales, 16 tenían blindaje artesanal y dos eran patrullas clonadas; el 24 de septiembre, Estados Unidos señaló a un negocio de paletas de hielo en Culiacán como parte de la estructura de lavado de activos de Zambada García; el 25, el Ejército desarmó a la Policía de Culiacán para revisar el uso del armamento de cargo y paralizó la operación de más de mil elementos preventivos; el 26, militares asumieron de lleno las funciones de la municipal, y encontraron 10 muertos en la carretera Mazatlán-Durango; el 27, el presidente López Obrador visitó por última vez el municipio de Rosario, Sinaloa.

En un hecho diferente, a unos 300 kilómetros de ahí, apareció una camioneta tipo van con cinco cuerpos en su interior y un mensaje: “Bienvenidos a Culiacán”, en referencia a integrantes de un grupo rival foráneo; el 28 se registraron más bloqueos y cinco muertos en la autopista Mazatlán-Culiacán; el 29, ciudadanos realizan una marcha por la paz; el 30 asesinaron Faustino Hernández, exdiputado local de Sinaloa y líder de los ganaderos del estado. Horas después, asumió la presidencia Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer presidenta en México y la segunda titular del partido Morena.

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