Parte de la célula terrorista que perpetró los atentados contra objetivos israelíes de 1992 y 1994 en Buenos Aires vive y opera en Brasil
Un informe de la inteligencia de Israel asegura que algunos de los integrantes del grupo se radicaron en el país en forma permanente o tienen empresas aún en funcionamiento
A diez días de cumplirse 30 años del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en el que murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas, un informe exclusivo de Infobae arroja nueva luz sobre los dos ataques que sacudieron a la Argentina en la década del 90. Además del atentado contra la AMIA, dos años antes, el 17 de marzo de 1992, el país vivió otro dramático atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires. 29 personas murieron y más de un centenar resultaron heridas. El dato excepcional que ahora Infobae puede revelar es que parte de esa red que – según un informe del servicio de inteligencia israelí Mossad ayudó en la financiación y logística del atentado contra la Embajada – no sólo siguió presente en Brasil aún después de las dos masacres, sino que algunos de sus integrantes se radicaron allí en forma permanente o tienen empresas aún en funcionamiento.
El informe del Mossad titulado “Irán-Líbano/Hezbollah/ESO/Yihad Islamica – Atentado a la Embajada de Israel-Informe final” había sido publicado en exclusiva por Infobae en 2022 junto con otro, también del Mossad, sobre la AMIA. El servicio de inteligencia israelí había señalado como responsables de ambos atentados “al régimen iraní y a Hezbollah a través de su organización Yihad Islámica”. Se trata de la ESO -Organización de Seguridad Exterior- también conocida como Yihad Islámica o Aparato de la Yihad Islámica o Unidad 910 cuya tarea es “establecer infraestructuras logísticas y operativas para llevar a cabo atentados fuera del Líbano a escala mundial”. La Yihad Islámica fue creada a mediados de la década de 1980 por Imad Mugniyah, uno de los fundadores de Hezbollah, y Talal Hamiyah, uno de los principales comandantes del grupo terrorista, con el apoyo de Irán, en particular de su Ministerio de Inteligencia y de las Fuerzas Quds, es decir, la división de inteligencia militar del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) designado por Estados Unidos como grupo terrorista. Dividida en departamentos, la Yihad Islámica tiene uno específico dedicado a América Latina, que al día siguiente del atentado contra la AMIA también hizo estallar, con un terrorista suicida a bordo, según las investigaciones, el avión de la compañía Alas Chiricanas que volaba de Colón a Ciudad de Panamá, matando a 21 personas, entre ellas 12 judíos. Sólo un cadáver no fue reclamado por los familiares, el de un hombre llamado Jamal Lya, que se cree fue el posible terrorista.
El informe del Mossad sobre el atentado contra la embajada de Buenos Aires en 1992 destacaba las dos fases principales del modus operandi de los terroristas. La decisión de atentar en Argentina se había tomado en 1988 y fue planeada en febrero de 1992. La primera fase consistió en la “creación de una infraestructura (alquiler del almacén, compra de material explosivo, recopilación de información sobre el país, sus fronteras, compra del vehículo)”. En la segunda fase se colocó en marcha una célula operativa compuesta por cuatro o cinco miembros llegados del Líbano. Sin embargo, el informe también destacó la presencia en territorio brasileño de algunos miembros libaneses de la Yihad Islámica que, al menos un año antes de los atentados, habían comenzado a montar una red logística. Según información exclusiva de Infobae, algunos de ellos aún viven en Brasil o tienen empresas activas.
El primero es Hussein Ali Gharib, “miembro de la Yihad Islámica” según el informe del Mossad. Treinta y dos años después del atentado contra la embajada israelí, el hombre sigue viviendo en Brasil donde, en el centro de Sao Pablo, tiene un pequeño negocio de venta de asistencia técnica y accesorios para teléfonos móviles, que abrió en 2002 y sigue activo. Viaja con frecuencia al Líbano. Según el informe del Mossad, Gharib fue detenido el 19 de julio de 1993 en el aeropuerto de Beirut por llevar 120.000 dólares falsos cuando se disponía a embarcar hacia Brasil. Junto a él, también fue detenido otro miembro de la Yihad Islámica, Ghaleb Hassan Hamdar, cuyo hijo, Mohammad Ghaleb Hamdar, fue preso en Perú en 2014, acusado de planear un atentado terrorista de Hezbollah en el país sudamericano, y absuelto el abril del año pasado.
Según el informe del Mossad, Ghaleb Hassan Hamdar trabajaba para Sandobad, una empresa brasileña, registrada en la Receta Federal como empresa de confección con sede en el centro de San Pablo y de la que Hussein Ali Gharib era socio (su nombre está registrado erróneamente por las autoridades brasileñas como Hussein Ali Charib). “Se considera altamente probable que Sandobad formara parte de la infraestructura para la transferencia de fondos para gastos logísticos del atentado de 1992″, escriben los 007 israelíes. La empresa fue abierta en San Pablo, según los registros brasileños, el 16 de enero de 1991 por Gharib y otros dos socios, Hassan Suleiman Abu-Abbas y Khaled Mohammad Kassem.
Hassan Suleiman Abu-Abbas, inscrito como Hassan Mohamad Sleiman en el registro brasileño, sigue viviendo con su familia en San Pablo, adonde llegó a finales de los años ochenta procedente del Líbano. El informe del Mossad lo describe como “miembro de la Yihad Islámica” y de la “Célula Logística de 1992″, que todavía “viaja al Líbano de vez en cuando”. Para los analistas del Mossad, Hassan “participó en el secuestro de occidentales en Líbano en la década de 1980 y era cercano a Imad Mugniyah”.
Su hermano, Hussein Suleiman Abu-Abbas, es uno de los principales protagonistas del atentado de 1992, ya que fue él quien transportó el C4 y el TNT, los explosivos que habrían servido como detonadores de la carga explosiva, escondidos en botes de champú y cajas de bombones, una técnica utilizada también por Hezbollah en otras partes del mundo, como en el atentado fallido de 1994 en Bangkok (Tailandia). Hussein Suleiman Abu-Abbas llevaba los detonadores en un equipaje de mano de 5 kilos, en un vuelo comercial de Beirut a Buenos Aires. Considerado por el informe del Mossad como un miembro “del grupo operativo”. Hussein Suleiman Abu-Abbas vive ahora probablemente en el Líbano, pero mantiene contactos frecuentes con la parte de su familia que vive en Brasil, y habla portugués.
Según el informe del Mossad, fue en abril de 1991 cuando Hussein desembarcó del Líbano en la Triple Frontera para encontrarse con su hermano Hassan en Ciudad del Este (Paraguay), “quien le ayudó a entrar ilegalmente en Foz do Iguazú, Brasil”. Desde allí, ambos se trasladaron a San Pablo, donde Hussein trabajó para Sandobad, quien, según el Mossad, también gestionaba “un pequeño restaurante de cocina libanesa”. “Hussein actuó según los procedimientos de la Yihad Islámica: como operativo que abandona el Líbano tras recibir la aprobación de sus comandantes, Hussein transfirió a Talal Hamiyah (entonces vicecomandante del grupo) los datos y números de su hermano Hassan en Brasil para que pudieran contactar con él en caso de necesidad”, escriben los 007 israelíes. Tres meses después, en julio de 1991, Hussein se reunió en Brasil con Talal Hamiyah, que había llegado “junto con un libanés que se identificó como Said Ezz-Eldin”. En realidad, según el Mossad, se trataba de Hussein Ahmad Karaki, un agente de la División Palestina de la “Yihad Islámica” que se había convertido, por orden de Talal Hamiyah, en la persona de contacto de Hussein en América Latina. Ambos, que hasta entonces no se conocían, comenzaron a reunirse en la Triple Frontera cada semana o cada quince días. En una de estas reuniones, Karaki le propuso a Hussein ir con él a Argentina, alquilar un piso en Buenos Aires y matricularse en un curso de español.
A finales de 1991, Karaki envió a Hussein a Foz do Iguazú (Brasil), a un escondite de la Yihad Islámica, para que recibiera explosivos. A finales de enero de 1992, según la reconstrucción del Mossad, Hussein estaba de vuelta en Buenos Aires, en otro escondite del grupo. Allí se reunió con Malek Ubeid, apodado como Houssam, un experto en explosivos de Hezbollah, enviado desde el Líbano para preparar el artefacto explosivo del atentado. Ese escondite, situado en la provincia de Buenos Aires, nunca fue localizado por las autoridades. Según el informe del Mossad posterior al atentado, Hussein Suleiman Abu-Abbas “también llevó explosivos a otros países latinoamericanos, a través de una maleta similar o la misma maleta negra” utilizada para transportar los detonadores del atentado de 1992 a la Embajada de Buenos Aires.
Pero volviendo a la empresa brasileña Sandobad, además de Hussein Ali Gharib y Hassan Sleiman Abu-Abbas, fue también socio, hasta el 27 de abril de 1992, Khaled Mohammad Kassem, registrado como Kaled Mohamad Kassen en la Receita Federal brasileña. Según el informe del Mossad, él también era miembro de la Yihad Islámica bajo el nombre de guerra de “Jalal”. El hombre, cuya familia es originaria del valle de Beqaa en Líbano, nació en Brasil y ha estado viviendo durante años en el país, donde también residen sus hermanos y sobrinos. Uno de sus hermanos falleció en 2019. Las autoridades creen que Khaled Mohammad Kassem actualmente puede estar utilizando documentos falsos para entrar y salir del gigante latinoamericano. Su empresa de ropa, abierta en San Pablo el 23 de febrero de 1994, es decir, ni siquiera cinco meses antes del atentado contra la AMIA, sigue activa. Kassem fue socio de la misma hasta 2016.
Como también informa el sitio web especializado en terrorismo Counter Extremism Project (CEP), Kassem es uno de los principales comandantes de la Yihad Islámica y fue “comandante de campo” en los dos atentados perpetrados en Buenos Aires en 1992 y 1994. “Kassem orquestó el atentado de 1994 contra la AMIA desde un ‘escondite’ en Foz do Iguazú”, se lee en la página del CEP que se le dedica. “También supervisó todas las comunicaciones, durante todas las fases del atentado, hasta los últimos momentos del terrorista suicida Ibrahim Hussein Berro. Tras el atentado, fue Kassem, con el nombre en clave de André Marquez, quien informó detalladamente a sus comandantes en Líbano”, se lee en la página del CEP. Para el Mossad, fue Kassem quien recibió al terrorista suicida Ibrahim Hussein Berro en San Pablo el 16 de julio de 1994, es decir, dos días antes del atentado contra la AMIA, y luego lo llevó a Foz do Iguaçu.
Pero hay otro misterio que preocupa porque tiene que ver con una especie de réplica del sistema societario de Sandobad en otra empresa, también en San Pablo. De hecho, el 20 de diciembre de 1999, Hussein Ali Gharib abandonó Sandobad, que fue cerrada 16 años después, el 9 de febrero de 2015. Sin embargo, en marzo de 2001, el mismo Hussein Ali Gharib aparece como socio de otra empresa de San Pablo dedicada al comercio de productos sanitarios. Junto a él figura como socio el mismo Hassan Mohamad Sleiman de Sandobad, que había abierto esta nueva empresa en noviembre de 2000 y luego la cerró en 2015. Si Sandobad, según el Mossad, era una tapadera de la Yihad Islámica, ¿es posible pensar que esta unidad de Hezbollah creó otras empresas en Brasil para transferir fondos con fines terroristas? Y, sobre todo, ¿estaba la Yihad Islámica, después de la AMIA en 1994, planeando nuevos atentados en América Latina utilizando Brasil, una vez más, como base ideal, financiera y logística?
Apenas en noviembre pasado, la Operación Trapiche reveló un plan de Hezbollah para atacar objetivos israelíes en el gigante latinoamericano. Si ese plan fue frustrado, sin embargo, muchos otros podrán llevarse a cabo en los próximos meses, debido también a la escalada de tensiones en Oriente Próximo. A esto se suma el hecho de que, a pesar de que se ha demostrado que en el atentado contra la embajada israelí en 1992 se utilizó un coche bomba y que Iran y Hezbollah fueran los responsables, hasta el momento ningún terrorista ha sido investigado ni detenido por la justicia argentina, que mantiene abierta la investigación.