Walter, el pescador de cadáveres en los ríos de Chiapas: “Se está poniendo duro esto de encontrar muertitos”

Walter, el pescador de cadáveres en los ríos de Chiapas: “Se está poniendo duro esto de encontrar muertitos”

A bordo de su lancha, este rescatista informal es testigo del aumento de la violencia del crimen organizado en el sur de México durante los últimos meses con la aparición de cuerpos maniatados y torturados en el Suchiate y el Cahoacán

A principios de mayo, un grupo de hombres que pescaba en la desembocadura del río Suchiate localizó los restos de un cuerpo humano en avanzado estado de descomposición. Le faltaba una pierna, un brazo y la cabeza. Los pescadores dieron aviso a Walter González, un nativo de la comunidad La Isla, perteneciente al municipio de Suchiate, en la zona limítrofe entre México y Guatemala, para que acudiera a atestiguar el hallazgo y diera parte a las autoridades.

Walter tiene 54 años y lleva realizado esta labor desde hace siete. Para su última misión, se hizo acompañar de su hijo, del mismo nombre, y otro ayudante llamado Abdimar. A bordo de su lancha, se lanzaron a navegar por este río internacional que cruza la frontera de agua dulce a salada, en busca de restos humanos que hayan sido arrastrados por la corriente hasta el Océano Pacífico.

Cuando llegó la Fiscalía General de Chiapas, sólo se llevó el torso con algunas extremidades que estaba a simple vista, según Walter. Horas después, Abdimar divisó en el margen de un islote la mano y pierna restantes, pero del paradero de la cabeza nada se supo. “Nosotros tuvimos que enterrar ese brazo y esa pierna, porque los de la fiscalía sólo vinieron a recoger una parte”, relata mientras descansa sentado en un tronco de árbol improvisado como silla, desde donde divisa con mirada hostil la corriente del Suchiate.

El hallazgo de ese cuerpo marca el reinicio de la pesadilla que Chiapas vivió en los últimos tres años. La estela de violencia por los enfrentamientos entre grupos criminales en el sur de Chiapas dejó decenas de muertos, muchos de estos arrojados a ríos de la región. La creciente ola de inseguridad colocó a Tapachula como la ciudad con mayor percepción de inseguridad en México, durante los primeros tres meses del 2025, según el reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Mientras el gobernador de Morena, Eduardo Ramírez Aguilar, presumía en los primeros meses de su mandato el combate frontal al crimen organizado, la sigilosa guerra entre la delincuencia organizada se recrudecía. La disputa por el control del tráfico de migrantes y los cobros de extorsión, hacía que los cuerpos amordazados, con signos de violencia y putrefactos comenzaran a ser una noticia constante para mayo de 2025, en los dos caudalosos y principales ríos de la región Costa- Soconusco: el Suchiate y el Cahoacán. Hubo paz sólo los primeros cuatro meses del gobierno estatal, o al menos bajó la frecuencia de cadáveres en los ríos.

Un tiradero de cuerpos clandestinos

Durante las primeras semanas de junio, los dos ríos se convirtieron en un tiradero clandestino de cuerpos. Tres fueron localizados en la corriente del río Suchiate y playas cercanas a la desembocadura de este afluente. Y otros dos, con evidentes signos de tortura, en el Cahoacán. La presión social de pobladores de varias comunidades llevó a la Secretaría de Seguridad (SSP) y la Fiscalía General del Estado (FGE) a implementar un operativo disuasivo el pasado 15 de julio en ambos ríos, con más de 100 policías estatales, agentes ministeriales, policías municipales de Suchiate y la reciente creada Fuerza de Reacción Inmediata Pakal.

Pero este operativo no mermó la violencia, más bien la desató aún más. Sólo unas horas después de este despliegue, la delincuencia le decía al gobierno estatal que iría un paso adelante, ya fuera por agua o tierra. El cuerpo de una mujer fue localizado envuelto entre cartones en una de las zonas más transitadas y céntricas de Tapachula. La FGE sólo emitió un comunicado en el que aseguraba que los hechos eran investigados, ante una población atónita por este hallazgo que provocó más pánico y tensión en la región.

Y si se pensaba que con este hecho el termómetro de la violencia se había roto, aún faltaba más. El 18 de julio, habitantes de la ranchería Israel, en el río Cahoacán, localizaron otro cuerpo de un hombre que sólo vestía pantalón y presentaba signos de violencia. Un día después, balseros del río Suchiate videograbaron una cabeza humana que flotaba en el agua y atravesaba por el cauce ante la mirada de propios y extraños.

Walter observa en un móvil el tétrico video de la cabeza humana y no puede evitar suponer dónde están las demás partes del cuerpo. Están atoradas en la zona alta del río porque la creciente “no engrosó”, dice. Para el recolector de cadáveres, todo esto tiene una explicación natural: si las lluvias escasean no hay acumulación de agua en las partes altas y, por ende, el Suchiate no aumenta su cauce.

Si ocurre todo lo contrario y las lluvias persisten, el río tiene toda la potencia para destrabar de piedras, ramas y demás objetos los cuerpos que pudiera detener, hasta arrojarlos a la bocabarra, un frondosa reserva natural. Pero ahora no hay lluvias y eso, lejos de pasmar la preocupación de Walter, la acrecienta al saber que kilómetros arriba de su comunidad la criminalidad comienza a tener un repunte mientras la autoridades se afanan en hablar de paz.

“Era un ser humano. ¿Cómo lo íbamos a dejar allí?”

“Hace tres años era de dos cuerpos por semana, ya hasta daba miedo salir de noche porque pensaba uno que le podía tocar aparecer flotando muerto (…) gracias a Dios la cosa se calmó bastante, pero ahora ya comenzamos a ver de nuevo que se está poniendo duro esto de encontrar muertitos”, sostiene.

Walter, ya inquieto, decide ir a patrullar la bocabarra, y confiesa que hace seis meses, justo al inicio de año, encontraron una cabeza humana sin orejas y con lo que parecía la lengua cortada. Decidieron enterrarla en la playa, sin avisar a las autoridades, antes que las aves de rapiña la consumieran. “Era una persona, era un ser humano. ¿Cómo lo íbamos a dejar allí?”, cuenta.

Aunque las cifras aún no son alarmantes como en 2023 y 2024, los patrullajes de Walter han comenzado a ser más constantes desde que julio inició. Las malas noticias que llegan a través de su teléfono celular le dan una ligera sospecha: pronto habrá que sacar restos humanos del agua, sin saber si la víctima es de Guatemala o de México, mujer u hombre, inocente o culpable. Como sea, hay que rescatarlo.

Este viernes, un pescador de la comunidad El Tesoro, al nororiente de Tapachula, se topó con un cúmulo de huesos y partes de cuerpo humano en el río Cahoacán. El hallazgo obligó a un rápido despliegue policial y el rescate de lo que quedaba del cadáver. Este periódico buscó al Fiscal de Distrito Costa-Soconusco, Arturo Pablo Liévano Flores, para conocer si existen investigaciones de este y los demás cuerpos, pero no hubo respuesta positiva.

Para los lugareños, no existe la posibilidad que esa persona haya sido asesinada o arrojada en dicho perímetro, al cual es casi imposible acceder por el terreno accidentado. Aseguran que se habrían percatado de la tarea criminal. La víctima fue recogida por forenses en una bolsa blanca que condujeron hasta un vehículo oficial, mientras los comuneros observaban y concluían una sola cosa: la violencia regresó, o más bien nunca se fue.

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