En Tula todavía se respira el aire de desolación que dejó el agua negra
Han pasado dos meses de la inundación y Tula apenas comienza a levantarse. En el centro de la ciudad todavía se transpira ese aire de desolación que dejó la tragedia con decenas de comercios cerrados y muchos otros donde trabajadores colocan canceles, limpian paredes, sacan tierra y desperdicios…
También se escucha el ruido de estos trabajos y el acarreo de algunas camionetas que entran con material para los locales.
Las consecuencias de los millones de litros de agua sucia que entraron a la ciudad son visibles aún y por mucho tiempo quedará su huella en los adoquines opacos y grisáceos, como si estuvieran llenos de tierra o viejos.
Es fácil recordar que antes el jardín lucía con un piso rojizo de adoquines y las banquetas se veían limpias, lo cual ahora ya no existe.
Los propietarios de todo tipo de comercios intentan reiniciar sus actividades, pero no todos pueden hacerlo. Algunos han reabierto con muy poca mercancía y sólo ofrecen unos cuantos productos, y otros de plano se retiraron y hay locales desocupados o que se rentan.
En el jardín se han colocado juegos infantiles para que la gente acuda y pueda consumir algunos alimentos que ofrecen los comercios o comprar algo en las tiendas de ropa, bisutería, zapatos o celulares que hay en la zona.
Sin embargo, aún no se ve mucho bullicio y no toda la gente tiene la confianza de acudir a comprar. Algunos comerciantes señalan que los clientes que acuden les preguntan con desconfianza ¿Son productos que quedaron de la inundación?
En el tianguis municipal la situación es similar o aún peor porque todavía hay decenas de locales cerrados y los comerciantes aseguran que ni siquiera se ha abierto la mitad de lo que había.
En Tula hubo comerciantes que lo perdieron todo y que, incluso, tuvieron dos o hasta tres locales inundados. Algunos de los más afectados fueron las papelerías y la venta de uniformes escolares que ya venían arrastrando severas pérdidas por la pandemia y que ahora la inundación les dio literalmente «el tiro de gracia». Muchos de ellos cerraron definitivamente.
A ellos se les agregan tiendas de abarrotes, restaurantes, estacionamientos, joyerías, zapaterías, bancos y en general, de todo…
La vida económica no puede restablecerse todavía. El fantasma de la inundación de agua negra persiste y seguramente pasarán algunos años para que Tula vuelva a ser lo que era, una ciudad en movimiento constante y con gran ir y venir de gente en todo el centro.