Gabriel García Márquez cumpliría 94 años: siete razones para leer sus inmensos libros
El 6 de marzo de hace 94 años, en la localidad colombiana de Aracataca, en Magdalena, nació un hombre cuya identidad sería la cara misma de la literatura latinoamericana, que se convirtió en una suerte de estrella de rock con una novela, Cien años de soledad, y ganó el premio Nobel en 1982. Gabriel García Márquez fue el timón del boom latinoamericano, ese que llevaron al mundo de su mano el peruano Mario Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes, que impulsaron así la lectura de algunos de sus mayores, como el uruguayo Juan Carlos Onetti.Desde aquel 1927 García Márquez hizo una carrera asombrosa en el periodismo, la literatura y el cine, que no terminó con su muerte el 17 de abril de 2014 en CDMX, la ciudad que había adoptado, porque su obra inmensa se sigue leyendo con emoción y con asombro. Entre otras razones, por estas siete:1) Se ríe del spoiler alert: Crónica de una muerte anunciada
“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”, dice la primera línea de esta novela de 1981. ¿¡Mata al tipo en la primera línea!? Y aun así, es imposible soltar esta obra corta, que parece fundir los bordes de la realidad y la ficción para contar la historia del malogrado hijo de un inmigrante árabe al que los gemelos Vicario quieren hacer pagar la deshonra de su hermana Ángela. Como una novela negra armada a partir de azares que se encadenan de maneras tan increíbles como inevitables, el asesinato de Nasar se reconstruye hacia atrás en el tiempo, y en ese camino, sembrado de humor y retratos memorables, deja una duda que rondará en la mente de cualquiera interesado en cuestiones humanas básicas como la muerte y la fatalidad.Una muestra:Mi padre, que había oído todo desde la cama, apareció en piyama en el comedor y le preguntó alarmado para dónde iba.
2) Trae romance: El amor en los tiempos del cóleraGarcía Márquez escribió esta obra tres años después de haber ganado el Nobel, y si bien el amor no resultó un tema novedoso en su libro, tuvo para él, y se siente al leerlo, un sentido especial: se inspira en las dificultades de la historia de amor de sus padres. El tema de la oposición de su abuelo materno al matrimonio desarrolla el fondo de las epidemias de cólera en el Caribe colombiano, cuya construcción colonial y sus ríos son casi personajes como el pobre telegrafista que se enamora de Fermina, quien lo corresponde durante tres años pero se casa con el médico Juvenal Urbino. Mientras se arroja a los brazos de numerosas mujeres —como el padre del autor, también llamado Gabriel—, el enamorado Florentino intenta convertirse en un hombre importante para recuperar a aquella de la cual siguió enamorado, en secreto, durante 50 años, con un sentimiento que es mitad su obsesión y mitad el aire que necesita para vivir
Una muestra:No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero a la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la medianoche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el vals de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el vals terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás.