Guillermo del Toro crece con «Pinocho»
El cineasta mexicano recordó cómo esta historia pasó de darle miedo cuando era niño, a ser su proyecto más ambicioso, con un halo paternal con el que hoy se identifica
Cuando era pequeño Guillermo del Toro se asustaba fácilmente y la película de Disney sobre Pinocho le dio miedo, recuerda.
Era la segunda cinta que el pequeño Guillermo veía con su madre y, aunque los unió mucho a él, también lo hizo pensar sobre el lado oscuro de la niñez.
“Me asustó porque dije: ‘Mira, así de aterradora es la infancia’”, cuenta Del Toro.
Para el cineasta mexicano la concepción de esta historia cambió con el paso del tiempo, pues cuando se convirtió en un adulto comenzó a encontrar posibilidades dentro de la misma trama que de pequeño lo había asustado.
“Te das cuenta de que es una historia universal que se puede aplicar para todo, para el arte, la política, la paternidad, es una metáfora dura de la creación, es una metáfora de tantas cosas que la puedes aplicar a la ciencia ficción, a la época fascista, a una metáfora sobre la mentira en la política, en la familia, etcétera”, afirma el realizador.
Del Toro se había convertido en el creador de criaturas inquietantes y monstruos aterradores cuando finalmente logró tallar a su propio Pinocho.
Llevarlo a la pantalla le tomó más de una década, pues aunque en los inicios de su carrera (en los 80) había labrado el sueño de hacer cortometrajes de animación con marionetas, un asalto a su estudio pospuso la realización.
Construir las bases para crear una película en la que cada movimiento requiere de 24 tomas por segundo fue un proceso que delegó a manos mexicanas.
En El taller del Chucho, de su natal Guadalajara, los animadores trabajaron la segunda unidad de Pinocho; otra se hizo en Portland con un total de 60 sets trabajando al mismo tiempo.
Tres mil 443
frames (fotogramas) se usaron en Guadalajara, 33 planos, 210 reuniones
de informes con el equipo de Portland, mil días de rodaje.
«Pinocho», la cinta que estrena hoy en Netflix, tiene en su génesis a la
familia, pero también a la política, pues está situada en la época
fascista, con un Mussolini malhumorado; tiene como eje la mentira y
habla directamente sobre la paternidad.
“Cuando un padre aprende a oír a un hijo adolescente por fin puede articular en qué falló, es doloroso, pero valioso y esas cosas poco a poco fueron alimentando la película, incluido el perder a mi padre”, reconoce.
La cinta, que se trabajó minuto a minuto hasta completar 116, cuenta la
historia de un títere que cobra vida pero no es un buen chico, y causa
travesuras.
“La idea de este Pinocho, que me conmueve mucho, es
aceptar la pérdida y construir la historia a través de diferentes
historias de padres e hijos, para mí, es muy personal, biográfico”,
agrega.