EDITORIAL
EL COVID-19 ACABÓ CON LA VIDA DE MUCHOS
Y TAMBIÉN CON LA ECONOMÍA DE LA GENTE
Han pasado ya casi tres meses desde que comenzó el confinamiento por el COVID-19, han sido días y meses en que se cerraron negocios, empresas, escuelas y todo tipo de servicios. La vida cambió drásticamente y sólo se ha vendido comida en los supermercados o algunos restaurantes.
Las ciudades se convirtieron literalmente en lugares «fantasmas» con calles solitarias, cortinas de negocios cerradas y muy poca gente en las calles. El ambiente ha sido de soledad y temor ante ese diminuto virus que representa la muerte de muchas personas que, desafortunadamente, se han contagiado y que muchos, han muerto.
Aunque hay algunos incrédulos que se niegan a aceptar la existencia del coronavirus y dicen que sólo es un invento, en la vida real ese «pequeño enemigo» ha devastado vidas y la economía de todos los países del mundo y aunque suene increíble, desafortunadamente, el virus es real y tiene una gran fortaleza para extinguir la vida de muchos.
Pero ahora se han conjugado dos terribles males para la sociedad: la muerte de miles o millones de habitantes y la debacle y aniquilamiento de las economías.
Y es que algo terrible que está ocurriendo, es la falta de dinero en la población, la escasez de recursos que les permitan seguir adelante con sus vidas, porque ahora hasta poder comprar comida, para muchos, se ha vuelto un tremendo reto cada día.
Los negocios se cerraron y con ello se cerró también la circulación del dinero, la compra-venta de productos y muchos además, se quedaron sin empleo y sin poder llevar el sustento a sus familias.
La situación es realmente terrible, algo nunca antes visto para todos, una especie de guerra silenciosa que mucha gente todavía no alcanza a comprender y que, desafortunadamente, se refleja en los bolsillos de la mayoría de la población.
El poco dinero que se tiene, ahora es sólo para lo esencial, para comida y quizás para pagar algún gasto de servicios fundamentales como el agua o la luz, porque realmente no alcanza para más.
Y en el caso de los más pobres, su vida es peor, ya que si antes les era difícil sobrevivir, ahora pasan hasta varios días sin comer y en sus rostros se refleja la tristeza y la desesperación.
El gobierno nos hablan de que comenzó la «nueva normalidad», algo incomprensible porque se da justamente cuando la pandemia está en los niveles más altos en el país y en el estado de Hidalgo.
Sin embargo, las autoridades han tenido que ceder a que se abran los negocios aunque sea sólo algunos días, lo cual suena contradictorio porque ¿quién les va a comprar si no hay dinero?
Esto es un círculo vicioso porque todo parte de que haya recursos en la sociedad para que la economía vuelva a resurgir y mientras esto no ocurra, de nada servirá que los negocios estén abiertos.
Por otra parte, vemos muy poco o nulo apoyo de los gobiernos, los cuales supuestamente se han orientado a atender la pandemia, pero hacia la sociedad no han brindado ningún apoyo que los ayude a mitigar la falta de dinero que están sufriendo.
Para los microempresarios, que son los que generan la mayor parte de los empleos, no existen programas de financiamiento que realmente les den un respiro y los ayuden a seguir adelante, mientras que los bancos continúan cobrando interés tras interés como si no ocurriera nada. Debemos recordar que ellos jamás perderán.
En términos generales los gastos para la sociedad se siguen acumulando uno tras otro, pero no existen ingresos y eso los mantiene «ahogados» y sin una luz que les permita ver con esperanza un futuro cercano.
¿Hasta dónde llegaremos? Es una pregunta que más bien da temor, porque si antes de la pandemia ya estábamos mal en la economía, ahora realmente la situación es como un terremoto, un desastre que quién sabe cuándo vaya a terminar. Al final, muchos morirán por el COVID-19, pero muchos otros morirán por la quiebra económica o por el hambre.