Entre ruinas – Parte II

Entre ruinas – Parte II

¿Qué hace un autobús de excursionistas de la ruta Pachuca-Ajacuba-Tlaxcoapan-Tezontepec-Tula en medio de los atlantes de Tula? (Atlantes así llamados por Atlas personaje de la mitología griega que tenía como misión cargar en sus hombros el cielo, así atlante es el que sostiene algo). 

Anteriormente, la carretera Tepetitlán-Tula atravesaba la zona arqueológica; fue hasta la década de los ochenta que a iniciativa del arqueólogo Roberto Gallegos Ruiz, entonces Director de la zona se circuló con maya ciclónica el perímetro más importante de la Ciudad prehispánica, incluyendo el primer asentamiento tolteca denominado “El Corral”. Aun se puede apreciar restos de asfalto de la antigua carretera. 

Por ser un lugar de paso hacia la zona centro y sur del país, Tula siempre estuvo expuesta a invasiones y saqueos por parte de grupos procedentes del norte, los mexicas incluso, luego los españoles y después la propia población. De hecho, el lugar donde se encuentra la zona principal es conocida como El Tesoro porque hasta la segunda década del siglo XX las familias iban de recreo a buscar tesoros. Se tiene registro de que después de 1500 el Tlatoani mexica Moctecuhzuma Xocoyotzin mando a sus guerreros a saquear el lugar en busca de tesoros del mítico sacerdote Ce Acatl Topilzin Quetzalcóatl. A la llegada de los españoles ocurrió lo mismo.

Durante el breve tiempo que floreció la cultura Tolteca 950 a 1200 d.c. la ciudad fue varias veces arrasada por el fuego según vestigios arqueológicos, como muestra de ello es El Palacio Quemado, cuyas paredes ardieron hasta cambiar las piedras de color. De modo que el saqueo a la sede de la cultura tolteca ha sido constante desde su colapso hasta bien entrada la década de los años ochenta del siglo XX.

¿Por qué un autobús en medio de los atlantes? No es que se haya subido a la pirámide, no. Fue en 1940 durante los trabajos de exploración a la zona a cargo del arqueólogo Jorge R. Acosta que se descubrieron los atlantes. Estos se encontraban apilados en un pozo hecho a propósito dentro de la pirámide dedicada a Tlahuizcalpantecuhtli (señor del alba) donde después fueron transportados, cuando Jorge R. Acosta terminó los trabajos de reconstrucción del templo.

Prácticamente fueron enterrados ahí para preservarlos de algún peligro inminente, ya sea alguna invasión por parte de otro grupo o a la llegada de los españoles; a sabiendas que lo primero que hacían era destruir templos y dioses prehispánicos.

Los Atlantes representan guerreros y están orientados hacia la Plaza Principal con dirección al poniente lugar donde se oculta el sol, pero también lugar donde se pone la estrella venus durante el crepúsculo y lugar donde podemos observar importantes fenómenos astronómicos como la alineación de planetas.

De los cuatro atlantes que ahora conocemos solo uno es original los demás son replicas. Uno se encuentra en el museo de sitio de Tula, otro en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México y otro en un museo de Londres. Se especula que los atlantes sostenían un techo de material perecedero que como tal ha desaparecido con el tiempo.

Se consideran guerreros por la vestimenta que portan: casco de plumas de ave, pectoral en forma de mariposa símbolo de Quetzalcóatl, visten maxtlal o falderin sujeto con un amplio cinturón que remata en su parte posterior en un gran disco solar de cuyo centro emerge un rostro humano; portan sandalias, brazaletes y a modo de decoración animales labrados. En la mano derecha llevan un lanzadardos y en la mano izquierda un haz de flechas.

Se trata de burdas esculturas antropomorfas de bulto redondo ensambladas mediante la técnica de espiga. Puede tratarse también de los cuatro guerreros sacerdotes de Quetzalcóatl. Según la Leyenda de los Soles Quetzalcóatl es uno de los cuatro creadores del mundo, el dios de los gemelos (Xólotl), el planeta venus y el dios de los vientos.

La grandeza de Tula, el florecimiento de la agricultura y el arte se deben a Quetzalcóatl. Su nombre está asociado a la sabiduría y el conocimiento. Por eso el culto a Quetzalcóatl fue muy importante en toda el área mesoamericana. Tolteca por su parte es sinónimo de artífice, hombre que posee cultura.

Pero volvamos a la fotografía y por la sombra que proyectan las esculturas debe ser después de mediodía, hace calor y viento, pues los cabellos de los fotografiados se mecen con el viento. Seguramente tuvieron la fortuna de darse un chapuzón en el rio Tula entonces de aguas cristalinas pues apenas corría la década de los años cincuenta.

Un Atlante se encuentra sin ensamblar, la cabeza está por un lado y el cuerpo por otro y no es que lo haya empujado el viento, pues cada uno mide aproximadamente cuatro metros y pesan más de ocho toneladas. Los trabajos serios a la zona apenas comenzaban. La historia de la cultura Tolteca comenzó a escribirse después de la caída de Teotihuacán. Durante su máximo esplendor los Toltecas lograron expandir sus dominios del centro al suroeste de México.

Desde la cima del templo de Quetzalcóatl se pueden apreciar otros edificios en la zona como el juego de pelota, el palacio quemado, el palacio (se trata de un conjunto de tres salas rodeadas de columnas), banquetas y altares con decoración en bajorrelieves y vestigios de pintura mural.

Es una lástima que actualmente, el museo de sitio de la zona siga sin dar servicio, primero por la emergencia de salud producto de la pandemia de Covid 19 y luego por trabajos de readaptación al inmueble que parecen no tener fin.

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