La Silla Presidencial
Circula en redes sociales la fotografía oficial que la primera Jefa del Ejecutivo se tomó durante una sesión de fotos el pasado 1º de octubre en que asumió el cargo de Presidenta de México. Posa sentada en la silla presidencial en actitud relajada y sonriente.
La silla presidencial no es cualquier objeto utilitario que sirve para sentarse hay toda una historia detrás de este objeto de lujo; además representa un símbolo político y de poder junto con la banda presidencial, en ella se toman las grandes decisiones de estado y en teoría solo es ocupada por quien ha sido elegido por la mayoría de votantes en las urnas.
Existen varios dichos populares en torno a la silla presidencial como: “le quedó grande la silla”, se refiere a alguien que no está a la altura de las circunstancias; o cuando el candidato o candidata inicia una campaña electoral por la presidencia suele decirse “comenzó la campaña o carrera por la silla presidencial”. Desde 1821 en que México se liberó del yugo español se han sentado mandatarios de todos los tamaños y complexión física.
La actual silla presidencial mide 157 centímetros de alto, por 78 centímetros de ancho y 85 centímetros de profundidad. En la silla presidencial se han sentado representantes de todas las facciones políticas: posrevolucionarios, tecnócratas o neoliberales y demás, todos hombres, pero a partir del 1º de octubre de 2024 la primera mujer presidenta de México: Claudia Sheinbaum Pardo.
No todos los presidentes se han fotografiado en ella y ha habido otros personajes célebres que se han sentado en la silla sin haber sido presidentes de la nación. Por ejemplo existe una pintura al óleo donde Benito Juárez García posa parado al lado de la silla, su mano derecha toca un libro que sin duda es la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Francisco Villa se sentó en la silla sin llegar a la primera magistratura.
En realidad existen dos sillas presidenciales. La primera fue diseñada por la Escuela de Artes y Oficios para uso exclusivo del Presidente Benito Juárez. Data de 1867 y actualmente se exhibe en el Museo Nacional de Historia. Se trata de una silla tallada en madera cubierta con hoja de oro, con el respaldo y asiento de terciopelo rojo bordado con hilo de oro, en el respaldo ostenta el monograma RM (República Mexicana) y en el cabezal un águila que porta un gorro frigio símbolo de la libertad, las patas muestran motivos prehispánicos y los costados del respaldo llevan labradas hojas de laurel.
En la primera silla se sentaron además de Benito Juárez otros 3 presidentes de México: Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y Francisco Lagos Chazaro. El primero de largo mandato y muy aficionado a la silla, pues gobernó al país por primera vez el 28 de noviembre de 1876 hasta el 25 de mayo de 1911 en que tuvo que salir huyendo del país después de haber desatado un conflicto armado por su apego al poder.
Porfirio Díaz ocupo la silla presidencial más de 30 años solo interrumpidos por un corto periodo (1881-1884) en que dejó gobernar a su compadre Manuel González. El segundo de corto mandato, tomo posesión del gobierno en noviembre de 1911 y después de un periodo de constante agitación política fue asesinado en febrero de 1913. El tercero solo asumió el cargo de presidente de la republica de manera provisional.
La segunda silla presidencial fue hecha a petición de Porfirio Díaz entre 1904 y 1906 y ha sido ocupada por casi todos los gobiernos después de 1917. Está hecha de madera palisandro, cubierta de paño verde, con bordados en tonos oro blanco y amarillo; en el respaldo del lado derecho lleva bordado el escudo nacional. Remata la silla otro escudo nacional. Esta silla se encuentra bajo resguardo en el Salón de Acuerdos de Palacio Nacional. Y solo es ocupada por el ejecutivo en turno en actos protocolarios.
Existe una anécdota muy chusca en torno a la segunda silla presidencial contada por el escritor Martin Luis Guzmán y es que: cuando las tropas villistas y zapatistas entraron triunfantes a la Ciudad de México en diciembre de 1914. Villa invitó a Zapata a sentarse en la silla a lo que éste se rehusó argumentando que no, porque estaba maldita y el que la ocupaba se volvía una persona mala. Dicen que cuando Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia lo primero que hizo fue darle una limpia a la silla, por si acaso.