Reseña histórica de LA REGION Beber un Cáliz, de Ricardo Garibay
Hidalgo esta de plácemes al conmemorar los cien años del nacimiento del escritor de Tulancingo Ricardo Garibay (1923-1999)
Con bombo y platillo la Secretaria de Cultura del Estado de Hidalgo anuncio el pasado 18 de enero dedicar el año 2023 como “el año de Garibay” y que mejor pretexto para acercarnos a la obra de este polémico escritor.
En esta ocasión quisiera invitar al lector a abrevar en la lectura de la novela Beber un cáliz; obra que obtuvo el premio Mazatlán en 1965 al mejor libro del año.
Se trata de un relato autobiográfico que recrea la larga agonía que padeció el padre de Garibay por más de un año. Parte de la fecha 28 de mayo de 1962 y termina con el desenlace inevitable de la muerte el 22 de junio de 1963. Casi un año de sufrimiento hasta quedar el cuerpo corroído por el dolor físico, quedar como un costal de huesos, sin fuerzas para mover un musculo del cuerpo, sin brillo en los ojos como sin alma; solo esperando y deseando la muerte pronta que no llega. ¿Qué ha hecho este hombre para sufrir tanto? ¿Cuáles son sus pecados? se pregunta el autor.
En un dialogo que establece el escritor con un sacerdote sobre el dolor humano. Se refiere no al dolor físico, sino a otros tipos de dolor, formas atroces de sufrimiento como la locura consciente, la ceguera, la humillación, la deshonra, la pobreza. Ningún ser humano se salva de padecer dolor físico o sufrimiento, Jesucristo mismo lo padeció cuando anduvo en la tierra hecho hombre, lo sintió cuando estaba orando en el Huerto de Getsemaní al saber que sería traicionado y abandonado por sus discípulos; entonces sudó sangre y lloró su desesperanza. Después bebió su propio cáliz hasta la última gota. Cada ser humano bebe su propio caliza cuando experimenta algún tipo de dolor. Pero el dolor también santifica, redime, vuelve inocente al hombre “la bienaventuranza está asegurada para el moribundo –dice el sacerdote- pero este debe alcanzar a remontar la agria cuesta del dolor”.
El dolor vuelve inocente al ser humano. Los ojos de algunos moribundos –dice el autor- vuelven a ser los ojos de la infancia. La inocencia es un estado de gracia natural, regalo de Dios a la naturaleza humana. El pecado hace perder la inocencia, enferma el espíritu, pero el dolor la redime. La infancia como fuente de pureza a la que todo hombre debe volver para salvarse.
El padre de Garibay murió de cáncer a las cinco de la mañana un sábado 9 de junio de 1963.
El autor narra la agonía de su padre que duró 55 minutos, 3 300 segundos. Su cansancio y dolor segundo a segundo. El momento más terriblemente hermoso que describe es descubrir que el rostro de su padre se ennegrece al agonizar, se vuelve gris, los ojos ausentes que miran sin ver, sin luz como si la lámpara que infunde la vida su hubiera apagado.
La novela aunque está escrita a manera de crónica siempre tiene ritmo, atrapa al lector desde el principio. De modo que invito al lector a acercarse a esta obra magistral, casi mística escrita con pasión, y sentimiento ante la inminente perdida de un ser querido.