La soledad no deseada también aumenta las posibilidades de desarrollar párkinson

La soledad no deseada también aumenta las posibilidades de desarrollar párkinson

Un estudio que ha observado a casi 500.000 personas durante 15 años muestra que quienes afirman sentirse solas tienen mayor probabilidad de sufrir la enfermedad

La soledad no deseada tiene muchas consecuencias en la vida de las personas. Numerosos estudios han demostrado que la falta de compañía es perjudicial para la salud, tanto que en algunos casos incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades que aumentan alrededor de un 30% el riesgo de mortalidad. Una investigación reciente publicada en la revista Jama Neurology evidencia una correlación más con una enfermedad degenerativa que al día de hoy sigue sin tener cura: el párkinson.

“La soledad es un sentimiento angustioso, creemos que con el tiempo puede generar estrés fisiológico en el cerebro, sobre todo en personas que tienen otras vulnerabilidades”, explica Antonio Terracciano, geriatra de la Universidad Estatal de Florida y coordinador del estudio. “Hasta ahora se habían analizado las consecuencias que la soledad tiene sobre otros aspectos de la vida, como la obesidad o las enfermedades cardiovasculares. Pero ningún trabajo hasta la fecha había investigado el vínculo con el párkinson”, añade el experto, que con su equipo ha dado seguimiento durante 15 años a un total de 491.603 participantes de un biobanco de Reino Unido, que al principio del estudio tuvieron que contestar a una misma pregunta: “¿Te sientes solo a menudo?”.

Todos los participantes tenían más de 50 años en el momento que empezó la investigación, ya que el párkinson tiene más incidencia entre los adultos, mientras que para identificar mejor la relación temporal entre soledad y párkinson los análisis se han vuelto a repetir cada cinco años. Los resultados finales demuestran que las personas que contestaron afirmativamente tienen un 37% más de posibilidades de desarrollar la enfermedad de Parkinson. “Esta correlación se mantiene incluso una vez que se consideran otros factores demográficos, como el nivel socioeconómico, hábitos de vida no saludables o la predisposición genética a otras enfermedades”, asegura Terracciano, aunque reconoce que algunas variables pueden atenuar el resultado.

De hecho, hay dos factores que rebajan esta probabilidad, y que los investigadores identifican como posibles pistas para entender las causas de la correlación. El estudio evidencia que es más probable que la soledad esté asociada con un mayor riesgo de párkinson a través de las vías metabólicas, inflamatorias y neuroendocrinas, ya que la correlación disminuye de un 13% después de tener en cuenta condiciones crónicas como la diabetes. Sin embargo, la variable que más atenúa la correlación entre la soledad y la enfermedad de Parkinson es la salud mental (24%). “Las evidencias sugieren que existen asociaciones bidireccionales entre la soledad y la depresión, que tienden a ocurrir simultáneamente. Estos resultados sugieren que lo mismo pasa con el párkinson, aunque aún no somos capaces de afirmar con seguridad cuál de las dos cosas pasa primero”, reconoce el experto.

“Un aspecto seguramente interesante de este estudio es la variable de género, que los investigadores demuestran no existir cuando se habla de párkinson”, señala María José Martín, neuróloga del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED). De hecho, a pesar de que la mayoría de las personas que reportaron sentirse solas eran mujeres, dotadas de menores recursos económicos y más propensas a sufrir de ansiedad o depresión, los resultados del estudio no evidencian que las mujeres tengan más posibilidades de desarrollar el párkinson con respeto a los hombres.

Orígenes inciertos

Los resultados del equipo de Florida complementan otras evidencias que indican que la soledad es un determinante psicosocial de la salud asociado con un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad. Un estudio reciente del Instituto de Neurociencia de Nanchang (China) alertaba que la soledad está asociada con un 23% de aumento en el riesgo de demencia, mientras que otra investigación de la Universidad de Florida, que utilizó la misma medida de soledad que el presente estudio, encontró que sentirse solo se asociaba con un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer y demencias vasculares y frontotemporales. “Los hallazgos actuales y anteriores sugieren que la soledad puede estar asociada con un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas y que los efectos perjudiciales de la soledad no están limitados a una sola causa o ruta neuropatológica”, explica Terracciano.

A pesar de los resultados, el estudio no ofrece ninguna conclusión sobre las causas que estarían a la base de esta correlación, y se limita a exponer diferentes interpretaciones de los datos. Además de la posibilidad endocrina, los investigadores ahondan en la posibilidad de que las personas que experimentan soledad tienen una tendencia a involucrarse en conductas perjudiciales para la salud, como por ejemplo el sedentarismo. “Es verdad que después de la covid-19 la soledad se ha estudiado mucho. Seguramente afecta a los aspectos de inmunidad e inflamación. Pero creo que aún no podemos sacar una conclusión acertada sobre si la soledad es una causa o consecuencia de la enfermedad de Parkinson. Podría ser que primero hubiera la patología, y que este sentimiento de soledad fuera un síntoma previo”, reconoce Martín.

Aun así, la doctora Ana Martínez, del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB-CSIC), que no ha participado en este estudio, celebra el análisis que se ha hecho por ser el primero en investigar esta correlación que ya se había encontrado en otras enfermedades neurodegenerativas. “Básicamente, lo que viene a decir este estudio es que el estadio emocional de la persona influye en prevenir o retrasar la enfermedad de Parkinson. Aunque no ofrece explicaciones sólidas sobre las razones, hay que reconocer que es un consejo bastante bueno para la población en general. Daño no va a hacer, y probablemente se acabará como con el Alzheimer, que se demostró que el carácter positivo ha ayudado la prevención”, opina la experta.

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