“El Parque del IMSS era una montaña de cuerpos”, relata Raúl Flores, extrabajador de panteón en 1985

“El Parque del IMSS era una montaña de cuerpos”, relata Raúl Flores, extrabajador de panteón en 1985

A sus 17 años, Flores trabajaba como sepulturero en el Panteón Francés; recuerda que días después del sismo los servicios funerarios pasaron de uno cada semana a siete diarios

Tras 40 años, el sepulturero Raúl Flores García todavía recuerda los estragos del terremoto de 1985, el cual cobró la vida de cientos de personas, mismas que fueron enterradas por él en el Panteón Francés de La Piedad, el cual no se daba abasto ante la cantidad de familias que requerían los servicios.

“Fue un desastre muy fuerte. Fue algo insólito. Donde está la Plaza Delta antes era el Parque de Beisbol y ahí empezaron a traer todos los cuerpos que no estaban reconocidos. Era una montaña de cuerpos con muchísimo hielo que les ponían encima para que no se descompusieran tan rápido, mientras alguien pasaba a reconocer si algún familiar era de ellos”, recuerda.

De pasar a enterrar a una persona cada dos semanas, a sus 17 años sepultaba hasta siete cuerpos por día. Trabajaba un día completo: en el día abría fosas, grababa letras y realizaba los entierros; en la noche, velaba el panteón dado que las instalaciones sufrieron daños considerables.

“Aquí en el panteón la puerta se había caído, los muros, las bardas de allá atrás, fosas también, capillas, se vinieron muchas cosas abajo. Aquí adelante se cayó un edificio, muchas casas y en ese momento nos tocó sepultar a muchas familias que fallecieron en el incidente, esposos, hijos. No podíamos enterrarlos juntos porque en lo que localizaban los cuerpos, primero sepultábamos a lo mejor al hijo, al papá o al hijo y a la mamá, y después a los demás familiares”, cuenta.

En entrevista con este medio, recuerda cómo a su corta edad tuvo que trabajar turnos corridos en el panteón para sostener la crisis de cuerpos y carga de trabajo que se avecinaba aquel septiembre.

“Fue una locura todo eso, muy muy triste porque muchas construcciones se vinieron abajo, familias completas muertas, la saturación de los cuerpos que llegaban, teníamos que abrir las fosas para prepararlos, eran hasta siete fosas que teníamos que abrir y éramos poco personal, éramos cinco personas para todo”.

El también florista todavía recuerda el olor a putrefacción que emanaba desde el Parque de Beisbol hasta el Panteón Francés, que sin puertas ni bardas, continuaba con los servicios día y noche con poco personal. Además, el terremoto de magnitud 8.1 estuvo a punto de cobrarse la vida de dos trabajadores del panteón, señala Flores García.

“El señor que era velador siempre barría a las 7:30 de la mañana pero ese día empezó a barrer antes. Ya cuando se retiró dice que fue cosa de segundos cuando se empezó a mover todo y se cayó la puerta. Yo creo que le hubiera tocado a él. Otro también se salvó de puro milagro”, reflexiona.

Desde su puesto de ramos, arreglos y flores, recuerda la historia de una clienta que, al sentir el movimiento del temblor, decidió aventarse de su edificio y sobrevivió. Sin embargo, sus dos hijos y su marido murieron dentro del departamento y los sepultó en el Panteón Francés. Posteriormente dedicó su vida a cuidar enfermos y víctimas del terremoto.

“Duró mucho para cicatrizar este momento, porque no fue nada fácil.

Las bardas se levantaron en unos dos o tres meses. Las personas que murieron en el terremoto sí que tardaron en llegar porque en lo que se acababan los escombros y todo, pues sí llegaron a tardar hasta un mes, hasta un mes para que toda la familia estuviera reunida”, dice.

Al afirmar que llegaba “mucho difunto” en esos tiempos, el sepulturero recuerda que enterraron a políticos, artistas y generales en los meses siguientes al terremoto, al principio, el panteón estaba lleno de familias que visitaban a sus seres queridos, pero con el paso del tiempo dejaron de llegar.

“Los próximos años siguieron viniendo a poner flores, a limpiar algunas tumbas, aunque los panteones no son muy visitados. Por ejemplo, aquí la gente es de dinero y ellos atienden sus negocios, sus trabajos y el tiempo como para venir al panteón pues no es muy continuo. Ellos a lo mejor vienen en un mes, en dos meses, tres meses y un año después dejan de venir”, lamenta.

A pesar de esto, una clienta todavía acude al panteón cada 19 de septiembre para limpiar y dejar flores a su marido.

Y en 1985 visitaba a su esposo cada semana, algo que le afectaba de gran manera, por lo que se dio tiempo para sanar y regresar a ese panteón anualmente.

Raúl Flores se siente orgulloso de la historia que hay detrás de su trabajo, a la fecha extraña ser sepulturero y pasearse por las tumbas históricas que resguardó por 40 años.

“Se puede decir que ya es un museo por la arquitectura que hay, porque la mayoría de las tumbas son góticas, por las esculturas de mármol, si entra uno y ve hay ángeles detallados, las uñas, las facciones de la cara, los pies, como si fuera una persona real. Este panteón tiene un gran historia”, finaliza.

Noticias Relacionadas