Rusia corteja el apoyo de África y Asia
El Kremlin se ha acercado a países que no han condenado la agresión, o se han mostrado ambivalentes, y que han sentido el impacto de la guerra en Ucrania
Bruselas.— De manera paralela al intercambio de artillería y el despliegue de blindados, entre Rusia y Ucrania se desarrolla una guerra de percepciones. En ese campo de batalla, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky y el Alto Representante de la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, ponen de relieve la imagen de que Moscú enfrenta un “aislamiento sin precedentes”.
En tanto que el régimen del presidente Vladimir Putin, en su contraofensiva, defiende la tesis de que Rusia no es la “nación paria” que se ha quedado sin amigos en sus ambiciones por construir un orden mundial alternativo.
Luego de caminar hombro con hombro con su similar de China, Xi Jinping, en el Krem- lin de Moscú el 21 de marzo, y previamente aparecer con sus homólogos de Irán, Ebrahim Raisi, y Turquía, Recep Tayyip Erdogan, Putin espera próximamente tomarse la foto con otros jefes de Estado.
Para ello está mirando hacia África, bloque al que le prepara una nueva cumbre. Tendrá lugar en el Expoforum de San Petersburgo del 26 al 29 de julio bajo el título de paz, seguridad y desarrollo. La primera edición, celebrada en Sochi en 2019, contó con la presencia de representantes de 54 países africanos, incluyendo 43 jefes de Estado.
En busca de una “gran foto de familia”, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha dedicado parte de su ajustada agenda a cortejar a las naciones africanas.
Cuatro meses después de la invasión a gran escala de Ucrania, Lavrov visitó Egipto, Congo, Uganda y Etiopía, así como se reunió con los líderes de la Unión Africana en Addis Abeba.
A inicio de año, Lavrov fue recibido calurosamente en Pretoria por su homólogo sudafricano Naledi Pandor, quien describió a Rusia como un país “amigo”. La reunión tuvo lugar después de que Sudáfrica confirmara la realización de ejercicios militares conjuntos con las fuerzas armadas de Rusia y China en el puerto de Durban. El despliegue bélico fue descrito por los anfitriones como un “medio para fortalecer las ya florecientes relaciones”.
La siguiente escala de la gira realizada por Lavrov del 23 al 26 de enero incluyó Suazilandia, Eritrea y Angola. A Luanda, capital angoleña, volverá en abril para la segunda cumbre bilateral en la historia entre los dos Estados.
Días después, a inicios de febrero regresó al continente africano para cimentar lazos con Mali, Mauritania y Sudán.
Entre las dos visitas a África, el ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, estuvo en la capital rusa.
Las giras de Lavrov estuvieron articuladas en gran medida bajo un mismo libreto: distanciar a su país del “colonialismo y la opresión occidental” y ofrecer formas alternativas de cooperación en materia económica y de seguridad.
“África se está convirtiendo en un campo de batalla de narrativas artificiales. El Kremlin finge que está creando un ‘segundo frente’ y desafiando el orden basado en reglas, mientras que Occidente aparenta preocupación por las acciones del Kremlin ahí, sabiendo perfectamente que la principal amenaza para sus intereses en la región es en realidad China”, indicó Vadim Zaytsev, investigador independiente especializado en política exterior rusa en África, en un análisis publicado recientemente en el think tank Carnegie Endowment.
El que Putin ponga la mira en África en busca de aliados no sorprende: la posición del continente no ha sido una alineada, como sí es el caso de Europa.
Eritrea y Mali estuvieron entre las seis naciones que votaron, con motivo del primer aniversario de la invasión rusa, en contra de la resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU exigiendo la “retirada inmediata” y el fin a la guerra.
En tanto que prácticamente la mitad de las abstenciones, 15 de las 32 registradas, procedieron de naciones africanas, entre ellas Zimbabue, Uganda y Sudáfrica. Este último país se siente en deuda con Moscú por su apoyo en los años de lucha contra el gobierno de la minoría blanca. El resto de naciones africanas, bloque mayoritario, condena la “agresión” rusa y exige su retirada.
A pesar de los posicionamientos, los países africanos no se han beneficiado del conflicto, al igual como ocurrió durante la Guerra Fría, dice Ronald Chipaike, profesor de la Universidad de Bindura en Zimbabue.
Por el contrario, el conflicto de Putin ha tenido un impacto real y palpable en la vida de muchos africanos, dijo Bitsat Yohannes-Kassahun, de la Oficina del Asesor Especial de las Naciones Unidas para África.
Sin excepción, los ciudadanos han sido testigos de aumentos de los precios de los alimentos y los combustibles, interrupción en las cadenas de suministro, reducción en el financiamiento y la ayuda del exterior.
Inflación de dos dígitos
La inflación alcanzó dos dígitos en 40% de los países africanos, siete están en situación de sobreendeudamiento desde enero de este año, y 14 más están en riesgo de no generar suficientes ingresos para cumplir con el pago de las deudas contraídas.
Como importadores netos de alimentos, igualmente han visto escalar los precios a niveles que ponen en riesgo la seguridad alimentaria. En 2020 más de 50% del trigo importado por 15 países africanos venía de Rusia y Ucrania.
El Fondo Monetario Internacional estima que el precio de la canasta básica aumentó en promedio 23.9% entre 2020 y 2022, el índice más alto desde la crisis financiera de 2008, al tiempo que el costo de los fertilizantes creció 199% en el mismo periodo.
En síntesis, Yohannes-Kassahun aseguró que los africanos están teniendo que lidiar con amenazas inadvertidas a corto plazo para el bienestar y la seguridad alimentaria.
“Si no alimentamos a las personas, alimentamos los conflictos”, alertó en su momento el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.
Durante el último año, Lavrov también le ha dado prioridad a la agenda diplomática con el sureste asiático, sur de Asia y Asia Oriental, polos del planeta que han mostrado posicionamientos diversos ante la guerra en Ucrania.
Al igual que África, hay quienes han condenado la agresión de manera enérgica y participan de manera activa en las sanciones implementada por Occidente, como Japón, Singapur, Taiwán y Corea del Sur; están los que se han mostrado cautelosos en sus críticas, como Indonesia; los que prefieren abstenerse, como Laos y Tailandia; o los que muestran simpatía implícita, como Corea del Norte.
Lavrov ha tratado de sacar provecho de la fragmentación en Asia, haciendo escala, entre otros, en la India, que ha mostrado una postura ambivalente; Vietnam, que no condenó abiertamente la invasión y se ha resistido a participar en los bloqueos, y Birmania, en donde el régimen militar está cada vez más aislado del escenario internacional por su política represiva.
Para algunos gobiernos de la zona, el conflicto en Ucrania inició como una crisis europea que tenía que ser resuelta por Occidente, pero a medida de que los impactos locales fueron aumentando por la inflación y la escasez de alimentos, terminó provocando ajustes en materia de energía, defensa y política exterior.
Aunque la mayor preocupación provocada por la guerra en Ucrania tiene que ver con el paralelismo que se está generando en torno a la tensión que hay entre China y Taiwán, y la posibilidad de que esto conduzca a una confrontación directa con Estados Unidos.
“La invasión de Rusia a Ucrania fue una llamada de atención para todos nosotros y sirvió como un recordatorio de que el autoritarismo no cesa en su beligerancia contra la democracia”, declaró la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en una recepción privada celebrada recientemente en Nueva York.
El Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) sostiene que debido a la prolongación del conflicto en Ucrania, la crisis alimentaria mundial y el cambio climático, 7 millones de personas más afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria en la región Asia-Pacífico en 2022.
En tanto que el número de personas desnutridas en Asia habría crecido entre 0.93% y 1.41% en 2022 debido al conflicto en Ucrania. En 2021 el continente contabilizó 465 millones de personas desnutridas.
“Los efectos inmediatos del conflicto en Ucrania incluyen el aumento de los precios de los alimentos, los fertilizantes y el combustible, así como una caída de las remesas de los trabajadores migrantes y restricciones impuestas a las exportaciones por países que intentaron retener internamente los suministros”, indicó el WFP en un informe de impacto en la región Asia-Pacífico.
“A largo plazo, más allá de la guerra de Ucrania, los países de la región se enfrentan a la depreciación de la moneda y la inflación, el aumento de la deuda soberana y un mayor riesgo de inseguridad alimentaria, desnutrición e inestabilidad”, apuntó