Fátima tenía 12 años; sus vecinos la violaron, apuñalaron y lapidaron a 100 metros de su casa

Fátima tenía 12 años; sus vecinos la violaron, apuñalaron y lapidaron a 100 metros de su casa

Cuando estuvo ya de vuelta

de los parques del Señor,

se miraba toda envuelta

en un dulce resplandor.

Margarita, de Rubén Darío, era el poema favorito de Fátima Varinia Quintana Gutiérrez, una niña de 12 años que gozaba inmensamente que su madre se lo recitara a la sombra de un árbol en el patio de su casa.

Su color favorito: el azul del cielo; leer y ver las películas de Harry Potter era lo que más le gustaba hacer; en la secundaria mantenía excelencia académica y su cariño era fundamental para toda su familia.

Fátima fue violada, apuñalada y lapidada por tres hombres en una pequeña comunidad de apenas 602 habitantes en Lerma, Estado de México.

El feminicidio de una niña

Como un día normal, el jueves 5 de febrero de 2015, Fátima se levantó temprano para ir a la escuela, se arregló y le pidió a su papá que la acompañara a la parada del autobús como todos los días… pero éste sería diferente, porque al llegar la tarde, ya no apareció.

Tatis, como le decía su familia, acostumbraba a llegar a casa a más tardar a las tres de la tarde, pero ese jueves no fue así, por lo que doña Lorena, su madre, don Jesús, su padre, sus hermanos y todos los vecinos de la comunidad de La Lupita Casas Viejas salieron en búsqueda de la niña de 12 años 8 meses que se “había perdido”.

Su mamá gritaba y caminaba por las veredas para hallar a su hija, las campanas de la iglesia sonaron, la gente exigía conocer el paradero de Fátima.

Sandy, amiga y compañera de Tatis desde pequeñas, fue la última persona que la vio con vida y quien encaró a los asesinos. Ellos negaban haberla visto una y otra vez.

“¿Por qué le están diciendo a la señora Lorena que no vieron a Fátima?, si cuando yo venía por el poste con mi mamá, volteé y Fátima venía ahí y tú, Luis Ángel y Misael estaban silbando hacia donde ella venía”.    

Doña Lorena le pidió a Sandy le señalara el sitio donde vio por última vez a Fátima, ahí se halló su sudadera manchada de sangre; lo peor estaba por venir…

“Mamita, ya no estoy”

Con los ojos cerrados y con la voz cortada, la señora Lorena Gutiérrez recuerda el momento en el que sintió que Fátima le dijo: “mamita ya no estoy”.

Luis Ángel y Misael Atayde Reyes, vecinos de toda la vida de Fátima, así como un “tercer sujeto”, huyeron cuando los familiares de Fátima lograron ingresar a su domicilio y descubrieron ropa y sangre.

“Había un bote de agua con sangre, así como cuando se lava carne”, relata la mamá de Fátima mientras aprieta los ojos. 

Doña Lorena dio con una liga del pelo de su hija y un arete, más adelante, un pedazo de su calcetín, un cachito de su uniforme de deportes y un fragmento de su pie; a pesar de ello confiaba en que Fátima estaba viva.

El cuerpo de la pequeña se encontró bajo ramas, lodo, tierra y una llanta. En sus últimos estertores de muerte, Fátima alcanzó a sacar de su entierro su mano y su pie, para que alguien la hallara, para que su madre pudiera encontrarla.

“Yo nunca vi la mano ni la cabeza de mi hija. La llanta estaba en el estomago de Fátima y yo estaba pisando la llanta, ya habían enterrado a mi hija. Fátima estaba enterrada”.

Los asesinos fueron Luis Ángel, Misael y un “tercer sujeto”, vecinos de Fátima de toda la vida. Con las pruebas en mano, indignación, dolor y rabia, los vecinos querían linchar a los asesinos en ese momento, pero la madre de Fátima los detuvo; pensaba que las autoridades iban a hacer justicia.

“Cuando yo llegué, les grité que no les pegaran, no deje que prendieran el cerillo, sí me arrepiento de no haber dejado que los quemaran y los mataran”.

A 100 metros de su casa

A Fátima una niña de 12 años 8 meses y 1.67 metros de estatura, la violaron vaginal y analmente tres sujetos, cien metros antes de llegar a su casa.

Sufrió cerca de 90 heridas en el abdomen entre puñaladas y piquetes; su cara y cuello fueron cortados 10 centímetros y le introdujeron por el recto un objeto de bordes irregulares.

Tatis le tiraron todos los dientes y le sacaron un ojo; le fracturan sus muñecas, sus tobillos y le dislocaron el hombro; le abrieron el pecho 30 centímetros a nivel del tórax y las entrepiernas 10 centímetros cada una.

A pesar del infierno, la niña de excelencia académica, fanática de la lectura y amante de su familia, no había muerto. Fueron tres piedras de más de 30 kilos cada una las que le aplastaron los sueños.

Tras el feminicidio: el infierno

A los hermanos Atayde se los llevó la Policía Ministerial directo al hospital, iban muy golpeados por el intento de linchamiento. El “tercer sujeto” libró a la turba y se fue a refugiar a su domicilio; sin embargo, le dieron alcance y corrió con la misma suerte que sus cómplices, fue internado en el mismo hospital, el Adolfo López Mateos en el Estado de México.

Al buscar justicia comenzó la violencia. Al cadáver de Fátima no se le realizaron pruebas genéticas con el argumento de que las autoridades no contaban con tiras reactivas para comparar perfiles, a los asesinos, durante su estancia en el hospital, no se les practicó ningún examen que ratificara su culpabilidad.

“A los asesinos de mi hija jamás les pudieron sacar ninguna prueba de sangre, para comparar perfiles genéticos. Jamás pudieron comparar perfiles genéticos, porque les violentaban sus derechos ¡a los asesinos!”.

La Fiscalía del Estado de México plasmó en el expediente de Fátima que se trataba de un homicidio, no de un feminicidio, esto por que la juez “no estaba segura” si la niña, al momento de ser violada, torturada y asesinada, ya había tenido su periodo.

“Yo les entregue una pantaleta de mi hija, porque efectivamente estaba en su periodo. Eso no lo debí de haber hecho, no tenía porque haber explicado esto”, cuenta la señora Lorena.

Las autoridades encargadas de las investigaciones acudieron 15 días después a levantar los peritajes.

La justicia no llega

Tras 15 días de permanecer en el hospital, Misael, el asesino menor de edad, fue puesto en libertad. Mientras los otros dos fueron vinculados a proceso.

En el juicio, uno de los atacantes de Fátima, “el tercer sujeto”, no tuvo condena alguna, gracias a las declaraciones del director administrativo del colegio privado Sierra Nevada, ubicado en Naucalpan de Juárez, Estado de México, quien proporcionó a las autoridades un video con el que, supuestamente, probaban que su jardinero se había presentado a laborar ese 5 de febrero; además trabajadores declararon haberlo visto, esto le valió la libertad.

“No alcanzo a comprender ¿cómo fue ingresado al hospital Adolfo López Mateos?, ¿cómo existe ese registro?, y ¿cómo fue que toda la comunidad de La Lupita Casas Viejas y pueblos vecinos, lo estaban linchando?”, se pregunta la doña Lorena.

La revictimización

Actualmente, la señora Lorena, don Jesús, sus cuatro hijos, cuatro nietos y dos yernos viven desplazados, la razón: buscar justicia para Fátima.

Conforme el caso avanzaba y la familia se daba cuenta de las irregularidades, las intimidaciones comenzaron a llegar, se recibieron llamadas desde el reclusorio en las que se amenazaba de muerte al hermano menor de Fátima y la casa de los Quintana Gutiérrez fue baleada. Las autoridades solucionaron este problema enviando a los 12 miembros de la familia lejos del hogar en el que habían vivido desde hace 35 años.

En una reunión con la Fiscalía, la familia fue alertada de un presunto vínculo del “tercer sujeto” con un cártel del narcotráfico, “que controlaba al Estado de México” y de una red de distribución de drogas en instituciones educativas, situación por la que todos corrían riesgo.

Actualmente, el señor Jesús tiene un trabajo en el que gana mil 300 pesos semanales, sin tener acceso a la seguridad social o cualquier otra prestación.

A casi cinco años del feminicidio de Fátima no logran obtener las reparaciones integrales del daño y deben financiar constantes viajes a la Ciudad de México para seguir el proceso de un caso que no avanza.

“Nosotros vivimos como si fuéramos delincuentes, escondidos, manteniendo perfiles bajos, mientras los asesinos andan libres”.

Las sentencias y un hecho histórico

Luis Ángel fue sentenciado a 73 años ocho meses de prisión.

Misael, fue reaprendido y recibió una condena, por ser menor de edad al momento de cometer el crimen, de cinco años, en 2020 saldrá de prisión.

El “tercer sujeto”, fue puesto en libertad; sin embargo, la lucha de los familiares de Fátima continúa y se le juzgará por segunda ocasión por el mismo delito. Actualmente se encuentra en prisión preventiva, si se logra la sentencia, el caso puede llegar a ser histórico en el país.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación atrajo el caso y ordenó la reposición del juicio oral, pero no se ha dado fecha ya que el acusado libra el plazo una y otra vez gracias a la labor de su prestigioso bufete de abogados.

 “¿Cuánto poder tiene esta gente?”, se cuestiona la mamá de Fátima.

El de Fátima fue un feminicidio.

Fátima murió víctima de feminicidio el 5 de febrero de 2015.

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