Personajes de la ciudad
JOSÉ LUIS HA LOGRADO ENFRENTAR SU DISCAPACIDAD Y VIVIR CON ENTUSIASMO Y ALEGRÍA
¡Cacahuates… pepitas… garapiñados… alegrías! Así se escucha a lo lejos una voz que llama a los clientes a un pequeño puesto que se ubica en la banqueta del hospital del IMSS de esta ciudad, donde un hombre con lentes oscuros ofrece cada día su mercancía, donde ríe, platica con sus clientes y amigos, donde muchos pasan y lo saludan, y donde todo parecería normal hasta que uno se da cuenta de que es invidente.
Pero para José Luis la vida es normal, llega a este lugar todos los días y con la alegría que se nota en su sonrisa y su voz, pasa muchas horas del día en lo que él llama su negocio, porque de aquí él ayuda a su familia y paga su renta en una casa en la colonia La Malinche.
José Luis es uno de esos pocos personajes que se encuentra uno en el camino, que ha sorteado grandes dificultades, que ha sufrido mucho, pero que ha logrado vencer el dolor y la incapacidad física, y esto queda claro porque él maneja su propio negocio, pequeño, pero que lo ayuda a subsistir y a llevar un dinero a su familia, a su esposa con la que lleva 24 años de casado y a sus hijos, un estudiante de la Licenciatura en Enfermería y otro que estudia la preparatoria.
Y reconoce que el camino no ha sido fácil, que ha tenido que luchar mucho para encontrar la felicidad, la cual, dice, está adentro de uno mismo. «La felicidad yo la tengo. Si quiero reírme, lo hago. No es necesario que alguien me abrace para que yo me sienta contento, me puedo abrazar yo solo. Me puedo amar yo solo», afirma convencido.
Así van llegando clientes a su puesto, que es un pequeño espacio en el frente del edificio del IMSS en la calzada Melchor Ocampo, donde él coloca sus cacahuates, alegrías, garapiñados, gomitas, pepitas… y todo está empaquetado en pequeñas bolsitas qué él mismo hace.
La gente le paga con monedas o billetes y él siente con su mano el papel o la figura de las monedas y así les da el cambio cuando es necesario. Muchos ya lo conocen y bromean con él mientras le compran. «Ya vine por mis pepitas -le dicen- deme dos bolsitas».
MOMENTOS DE GRAN SUFRIMIENTO
En el lugar se siente una especie de ambiente positivo, alegre y de buena vibra.
Y es así porque José Luis lo ha querido. «Yo busco el lugar indicado donde me sienta a gusto, donde no me contagien de tristeza. Tengo que buscar un lugar donde estar alegre y es aquí, aquí me gusta y es mi orgullo. Le doy gracias a Dios porque no sólo estoy estirando la mano para tener un dinero. La mente es la que trabaja, nuestra alma es el movimiento de nuestro cuerpo», asegura.
Pero para llegar a estos momentos de energía positiva, José Luis tuvo que pasar mucho sufrimiento y dolor, porque él no era ciego y hace unos 18 años perdió primero su ojo derecho cuando se enfrentó a la enfermedad de las cataratas y se le desprendió la retina.
Y luego hace seis años perdió la vista en el ojo izquierdo debido a que volvió a padecer de cataratas y ésta vez tuvo un virus que lo infectó y tuvieron que quitárselo.
En entrevista con LA REGION explica que fue una situación muy difícil porque, incluso, llegó a pensar en el suicidio.
Recuerda que llegó a Tula hace unos 24 años siendo originario de San Blas, Atempa, Oaxaca, ya se había casado y vino a buscar suerte como ayudante de obrero en la refinería Miguel Hidalgo, donde trabajó algún tiempo.
Sin embargo, todo cambió cuando perdió la vista e incluso reconoce que se dedicó a tomar bebidas alcohólicas hasta que llegó al grupo de Alcohólicos Anónimos Grupo Jóvenes Tula, quienes lo ayudaron enormemente y lo convencieron de que todo se puede en esta vida y que «querer es poder».
«Yo les agradezco todo su apoyo a mis padrinos porque ellos fueron los que me ayudaron y me dieron mi primera caja de chicles para que yo saliera a vender a la calle y mi familia también me apoyó para que acudiera a una escuela especial en la Ciudad de México, donde me enseñaron a valerme por mí mismo».
Pero sobre todo -agrega- agradezco a nuestro Señor Jesucristo y a Dios Geová, ya que he estado mucho en oración tanto en la iglesia Católica como en la Cristiana.
EL SUEÑO DE TENER UN NEGOCIO ESTABLECIDO
José Luis también tiene el sueño de tener un negocio establecido y donde no tenga que pagar semanalmente el préstamo que le hacen en un banco para poder comprar su mercancía.
«Yo quisiera no tener la preocupación de pagar cada ocho días y poder decir, éste es mi negocio y voy sacando para pagarlo, porque mis hijos batallan por sus libros y luego quieren unos tenis o pantalones, como los que les ven a sus compañeros, y pues uno se pone triste, sin embargo, siempre haré el esfuerzo por llevar el pan a mi casa».
Afirma que su esposa también trabaja vendiendo tamales de elote de casa en casa «rancheando» para poyar a la familia.
Y así, en medio de esta lucha diaria, José Luis reitera su pensamiento de que «querer es poder, de que hay que luchar y echarle muchas ganas» y por ello invita a las personas discapacitadas a echarle muchas ganas.
«Piensen que si se puede y que no hay que quejarnos y conmiserarnos, hoy yo estoy ciego, pero me doy cuenta de que si se puede. Los invito a perder el miedo y que lo primero que necesitamos es que Dios nos guie y ponga luz en nuestro camino para darnos fuerza, sabiduría, entendimiento y bendiciones para vivir con la familia, la tranquilidad, el gozo y la alegría».
Y así, con un espíritu positivo y de esperanza, José Luis sigue vendiendo sus productos en su negocio que lo anima cada día.